PALCO PREMIER

Jorge Luis Telles Salazar

 

Si bien no se puede considerar  como un resultado lógico – por el nivel de juego de todos los equipos participantes – tampoco es algo así como una sorpresa la coronación de Yaquis de Obregón en la Serie del Caribe Hermosillo-2013, que culminó la madrugada del viernes pasado en el flamante estadio “Sonora” de la capital de la entidad vecina.

De hecho, Obregón era uno de los favoritos de la crítica especializada para ganar el torneo, de la mano con Leones de Escogido, club que tiene su sede en el estadio Quisqueya de Santo Domingo República  Dominicana, el cual comparte con los legendarios Tigres de Licey.

Y es que Obregón llegó a esta Serie del Caribe convertido en un trabuco espectacular.

Incluso, podría ser, si mucho nos apura, el equipo mexicano mejor armado para un certamen  de esta naturaleza, a partir de febrero de 1971 y hasta la fecha. México, como usted sabe, ha estado presente en todas estas competiciones, un año después de su reanudación, en el ya lejano 1970.

Y  bueno, hasta eso que la última temporada de la Liga Mexicana del Pacífico, no fue precisamente la mejor para los Yaquis de Obregón, a la que arribaron con etiqueta de bicampeones. La hazaña lograda en la conquista del tercer título consecutivo no fue nada fácil para la franquicia de la vieja  Cajeme, particularmente en el calendario oficial, en el cual finalizaron la friolera de seis juegos por debajo de Tomateros de Culiacán, plantel que había arrasado con el panorama durante toda la campaña regular.

En esos días, Yaquis estaba en problemas.

Abrió como visita la primera serie eliminatoria, en la que, incluso, cayó en siete partidos ante los Algodoneros de Guasave para calificar, por la senda del “mejor perdedor” a las semifinales, fase en la que le tocó bailar, aparentemente, con la más fea: los Tomateros de Culiacán.

Obregón, sin embargo, comenzaba a carburar tan bien como en las dos últimas campañas, a pesar de la caída con Guasave en siete juegos que, en efecto, fueron sumamente disputados. Para la instancia contra los guindas, los Yaquis adquirieron como refuerzo al texano Jesse Gutiérrez y eso le representó a la tribu un line-up de miedo, con la presencia del campeón bateador, Alfredo Amézaga; el mejor en producciones, Barbaro Canizarez y el monarca en cuadrangulares, Jesse Gutiérrez, que en 20 ocasiones se “fue para la calle”.

Su pitcheo no sufrió variante alguna; pero con Luis Alfonso Mendoza, Marco Carrillo y Rolando Valdez como puntales y con un relevista de clase de Liga Mayor como Luis Antonio Ayala, los Yaquis se convirtieron en una verdadera máquina de jugar beisbol, al doblegar en cinco encuentros a los Tomateros de Culiacán y en solo cuatro a los Aguilas de Mexicali.

Con Iker Franco, en la receptoría; Jesse Gutiérrez, en la primera base; Carlos Valencia, en la segunda; Agustín Murillo, en la tercera; Alfredo Amézaga en el campo corto; Douglas Clarck y los hermanos Contreras en los jardines, más Barbaro Canizarez como bateador designado, tal parecía que los Yaquis podrían jugar hasta sin refuerzos la Serie del Caribe; pero no. Este evento es otra cosa. Fortalecerlo fue  decisión inteligente por encima de los mandatos del corazón, para poder aspirar a algo más que a un papel decoroso. Necesariamente quedarían fuera algunos de los elementos que aportaron talento, esfuerzo y enjundia en la conquista del campeonato.

Y así las cosas, la directiva de la Liga Mexicana del Pacífico, con su presidente, Omar Canizalez a la cabeza, seleccionó a sus refuerzos con un tino monumental. Los nombres ya son de su conocimiento.

Bajo estas circunstancias, México era favorito junto con Dominicana. Ambos llegaron a la final y a la postre la suerte sonrió a los Yaquis de Obregón.

¿Resultado sorpresivo? ¡Para nada mis amigos! ¿O sí?

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Y bien.

Para México esta fue su séptima corona en Series del Caribe y ahora ya igualó a Venezuela en la segunda posición, aunque muy por debajo de los dominicanos, que han ganado 19, dos más que un Puerto Rico, muy de capa caída en los últimos años.

Obregón, a su vez, es el segundo equipo mexicano en presumir de dos títulos en Series del Caribe. El otro es Tomateros de Culiacán, que permaneció mucho tiempo en esta condición.

Culiacán obtuvo su primer campeonato de la competición en 1996, en Santo Domingo y reverdeció laureles en 2002, en Caracas, en el arranque, casualmente, de la era chavista. Obregón fue monarca, por vez primera, en 2011 y solo un par de años después volvió por sus fueros, para bien de la Liga Mexicana del Pacífico y del beisbol nacional en general.

A nivel Liga, los Yaquis se han proclamado monarcas en cuatro de las últimas seis temporadas de la LMP y ya llegaron a siete en toda su historia, para colocarse en el cuarto sitio del escalafón. Mazatlán es el tercero, con ocho; Culiacàn, el segundo, con nueve y Hermosillo, el primero, con la friolera de quince. Obregón ha avanzado un terreno impresionante en estas últimas seis campañas, mientras que Culiacán sigue estacionado en nueve, desde el 2004. Esta última fue la novena temporada al hilo en la que los Tomateros se quedan con las manos vacías.

Las distancias se acortan en la Liga Mexicana del Pacífico.

Y la historia continúa.

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De regreso al punto de arranque.

El sistema de competencias utilizado en esta última Serie del Caribe ya causó las primeras críticas  de la prensa especializada. Casualmente de la misma prensa que, por años, demandó un nuevo esquema, ante el acartonamiento en el que había caído el torneo, reflejado en bajas entradas en todos los países, excepto en el nuestro, donde el éxito siempre está garantizado.

Y déjeme decirle que el modelo usado en Hermosillo-2013 fue propuesto, precisamente, por la Liga Dominicana, que fue la directamente afectada por el nuevo sistema, al perder la final ante los Yaquis de Obregón.

De haberse seguido el esquema anterior, los dominicanos hubiesen resultado los campeones indiscutibles al terminar el torneo  con marca de cinco victorias contra solo una derrota, en el entendido de que, con mucho menos que eso, otros equipos han triunfado en  Series del Caribe. México, el monarca, concluyó con saldo parejo: tres triunfos e igual número de descalabros.

El sistema, sin embargo, establecía un juego final entre el primer lugar contra el segundo, por acuerdo unánime de la Confederación del Caribe.

Así sucedió.

Y el resultado usted lo conoce plenamente.

¿Injusto el procedimiento? Podría ser; pero eso no demerita, para nada, a los Yaquis de Obregón, que hicieron lo suyo en el momento preciso. En la actualidad, los sistemas de competencia no son necesariamente los más justos, sino los que más gustan al aficionado y los que representan mayores utilidades económicas, tan importantes para el sostenimiento del espectáculo, en las cuatro naciones de la Confederación.

Si nos remitiéramos a esquemas justos, entonces Culiacán ya estaría muy cerquita de Hermosillo en cuanto a campeonatos conquistados.

Digo.

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A manera de colofón.

La próxima Serie del Caribe en suelo mexicano se desarrollará en el 2017, seguramente en la ciudad de Culiacán.

Esta sede ya no se la quita nadie a la capital de Sinaloa, mucho menos ahora que tendremos nuevo estadio, tan moderno y funcional como el de Hermosillo, según lo presumió por aquellas latitudes el gobernador de nuestro Estado, Mario López Valdez.

Parece una fecha lejana. No lo es.

Juan Manuel Ley López, el presidente del club Tomateros, ya piensa en Culiacán 2017 y planea repetir el éxito arrollador, en todos los renglones, que se registró en 2001, cuando Naranjeros de Hermosillo fueron nuestros representantes.

El tiempo vuela. Y cuando menos lo esperemos ya estará aquí ¡Culiacán-2017!

Ya nos emocionamos.

Y ya nos vamos.

Dios los bendiga.

 

 

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