SEP-CNTE: Urge el dialogo que arroje consecuencias compartidas.

Por Heriberto M. Galindo Quiñones.

 

Soy partidario del respeto, del diálogo constructivo, de un espíritu conciliador, de acuerdos en lo fundamental y de las soluciones pacíficas de las controversias. No soy partidario de la represión, pero tampoco de la transgresión de la ley, del abuso y de la intolerancia.

 

No soy experto en educación, pero  valoro mucho el desempeño de las y los buenos maestros, capaces, que hay en nuestro país, pero como infinidad de personas, reclamo la elevación del nivel educativo.

 

Para avanzar en el debate del conflicto que tiene atorada la reforma educativa en algunas entidades federativas, con los mejores deseos y en aras de la unidad en lo fundamental, expongo algunas reflexiones y cuestiones:

 

  • Podrían los dirigentes de la CNTE, y los servidores públicos de la SEP hacer un esfuerzo adicional de comprensión, para que surjan aportaciones de buena fe para salir adelante?
  • Aceptaría la SEP dar a conocer qué planteamientos de la CNTE podría tomar en cuenta para que el jalón sea parejo?

 

Conocer sus respuestas puede servir para empezar a destrabar el conflicto y sacar adelante y sin más contratiempos la reforma educativa, quizá con algunos ajustes de redacción. Hacen falta tonos y enfoques más constructivos y eficaces en la difusión de las posiciones de las partes.

 

La SEP obtendría mayores logros mediante una certera, intensiva y convincente campaña de divulgación, que ponga el acento en las bondades de la reforma, ya que no obstante el esfuerzo realizado y las múltiples declaraciones, la inmensa mayoría de la gente ignora a detalle los beneficios educativos, sociales y morales que ésta trae consigo y, también, sería bueno conocer, con precisión, los supuestos perjuicios que en opinión de la CNTE tiene la reforma, porque hasta hoy de parte de la Coordinadora todo se circunscribe a frases hechas, llenas de agresividad, en contra de la evaluación como está planteada y de las sanciones de tipo laboral para quienes falten a sus labores.

 

De parte del gobierno se insiste en que esta reforma es la más importante de todas en beneficio del país, por lo trascendente que es tener un mejor modelo educativo de cara al futuro. Es obvio que la intolerancia y la ignorancia, igual que los extremismos, la cerrazón y el radicalismo son nefastos y dañinos.

 

Transgredir, violar o coartar los derechos de la gente es una brutalidad que atenta contra la dignidad humana y la paz; y con todo respeto, ese es el caso de los bloqueos, los incendios, los actos violentos y las agresiones a personas, comercios y medios de transporte, pues con ello se afectan la convivencia social y política, y la economía, como ha  ocurrido en Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán y la Ciudad de México. Me preocupa mucho que la intransigencia magisterial permita la intervención de provocadores y de grupos radicalizados en extremo, partidarios de la acción armada, que obligan al uso de la violencia legítima; porque por esa vía se instalaría la represión que es una salida falsa para resolver a fondo los problemas, y nos arrojaría a una polarización duradera, como ha sucedido cuando son rebasadas las instancias del dialogo y la sensatez, y entonces se entronizaría la violencia. Por ello mismo, lo mejor es acordar y resolver en términos pacíficos pero con firmeza y seriedad. Como decía el clásico Don Jesús Reyes Heroles, siempre será mejor usar la fuerza de la política y no usar la política de la fuerza.

 

Por ello y no obstante las dificultades que se han presentado, por las obstinaciones observadas, tengo fe y confianza en que todavía hay espacio y oportunidad para una solución negociada; sin embargo se impone respetar las leyes, buscar consensos, abandonar intransigencias y poner orden, para avanzar.
El gobierno federal ha atendido y resuelto peticiones de la CNTE, pero falta correspondencia, pues los bloqueos y la inasistencia a clases continúan en algunas regiones, aunque hayan disminuido.

 

La sociedad sigue esperando con urgencia un buen arreglo, pues el espectáculo que se observa es deplorable.

 

Considero que en la vida todo es perfectible, pero en este caso es condición actuar con actitudes útiles y pensar en lo que más le conviene al país y, sobre todo, hacer que el raciocinio, las buenas maneras, la madurez y el espíritu positivo imperen en las mesas de diálogo y de negociación que se vuelvan a establecer.
El talento de quienes redactaron los textos de la reforma educativa, y de las y los legisladores que la aprobamos, por supuesto que no es infalible ni perfecto pero, me consta, que se caracterizó por la buena fe y por la mejor intención de hacer el bien.
Si todo en la vida está sujeto a revisiones para mejorar, también las posturas del gobierno y las de los dirigentes de la CNTE deberían estarlo.

 

Es sano estar expuestos al escrutinio público y a la transparencia, y hablar invariablemente con la verdad. Siempre serán mejores las soluciones negociadas, producto del diálogo y del entendimiento razonados,  pero preservando las determinaciones basadas en la fortaleza de la ley y en el espíritu mayoritario que respalda medidas de trascendencia nacional e histórica, como es el caso.
No es correcto ni justo que solamente una de las partes en conflicto ceda y la otra se mantenga en una oposición tan radical, intransigente y persistente, con un no irreconciliable, “hasta que se derogue la reforma”.  Eso no me parece que sea bueno. La mayor parte de la sociedad está cansada y decepcionada por la falta de un solución armónica en ésta tan prolongado conflicto.
La mayoría quiere una mejor educación, impartida por un magisterio mejor preparado. En gran parte de la sociedad hay molestia con la Coordinadora por las acciones asumidas, pero también la hay con el gobierno, porque el conflicto continúa hasta la fecha, con las consecuencias negativas conocidas que tanto afectan a la niñez y la juventud de las entidades federativas que aún no tienen clases, y no hay justificación, pues el segmento magisterial podría seguir luchando por sus causas emancipadoras, mediante sus líderes, pero sin interrumpir sus enseñanzas en las aulas.

 

Por qué no replantear las posiciones con un espíritu de colaboración, concordia y viabilidad, para encontrar la salida, buscando, cómo sí, llevar a feliz término la reforma, por cierto aceptada por la mayoría de las y los maestros del país?
Si para transitar fuera indispensable hacer algunos ajustes en los formatos o en la redacción de los contenidos, pues inténtese un nuevo esfuerzo, conservando la esencia por el cambio y el mejoramiento de la educación. Aunque no sea deseable cambiar por cambiar, o cambiar atendiendo a caprichos el contenido de la reforma y el texto constitucional no son inamovibles.

 

Todo es reformable y más aún si se trata de perfeccionar y de mejorar las cosas. Si ese fuera el camino más indicado para avanzar a plenitud con la reforma educativa, pues para eso están las instancias legislativas, para conocer, examinar, debatir, revisar, aportar  y enriquecer el contenido de nuestras leyes, con el fin de seguir adelante, bajo la égida de la superación. Pidamos a los dirigentes de la Coordinadora que vuelvan a las aulas y que sigan luchando y hagan sus aportaciones precisas para lograr la ansiada educación de mayor calidad, tan proclamada.
Se impone que se expresen y manifiesten con altura de miras, con grandeza de espíritu, con visión y con buen ánimo, para que las cosas buenas sucedan.
Del otro lado de la mesa no se debe asumir que todo lo que proponga la CNTE sea negativo, luego entonces se hace necesario que las partes se vuelvan a escuchar y que se echen por la borda los enfoques polarizantes y los tonos confrontacionales para lograr  que la reforma avance en un plano de transparencia, respeto y honradez, pero con todos a bordo, como diría el gran poeta y filósofo León Felipe, en bien de las y los mexicanos, pues no es deseable avanzar con el uso de la fuerza.
Es indiscutible la necesidad de una mejor educación formal e informal para la
niñez y la juventud mexicanas.

 

Elevar la calidad  de la educación también está fuera de discusión, y es de elemental justicia, laboral y social  que los derechos de las y los maestros sean respetados, pero hay obligaciones que cumplir.

 

La reforma busca mejorar la educación en nuestro país, y por ningún motivo pretende conculcar los derechos del magisterio, ni busca privatizar la educación pública, como dolosamente se ha dicho; lo que se pretende es elevar el nivel de la educación, mediante un modelo diferente, que capacite, mejore y evalúe, elevando el valor intrínseco de quienes tienen bajo su responsabilidad la noble tarea de enseñar y de formar a las nuevas generaciones, apoyados en valores y principios, innovación y creatividad, para impulsar el desarrollo integral del educando.

 

Independientemente de los adjetivos que merezca la relación del gobierno con las dirigencias políticas del magisterio a lo largo de la historia, esta reforma la modifica y la corrige, sobre todo en lo concerniente a los excesos tan notables que existían, y esto es muy importante, también. En el magisterio se respeta la libertad de pensamiento y de militancia como movimiento social; tienen el derecho a ser crítico y por ello a nadie le debe asustar la existencia de corrientes partidarias y de oposición.

 

Está permitido enseñar la verdad científica, aún con pasión y con principios y valores ideológicos, pero no se vale caer en afanes que conlleven a la drogadicción ideológica que es, a todas luces, enfermiza, perversa y nociva, como también lo  expresara en su tiempo el gran ideólogo, maestro, historiador, político estadista Reyes Heroles.

 

Heriberto Galindo Quiñones

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