PUENTE NEGRO

 La Plaza, la cuna rota.
Por Guillermo Bañuelos

Es el espacio más democrático. El más abierto y  libre. En sus bancas quebradas descansamos, nos vemos y nos reconocemos todos. La ciudad se mira a sí misma en este entorno.

Bajo la sombra de las estiradas torres de la Catedral o de la estatua de Maquío, miramos las miradas más tristes y también las más ilusionadas.

¿Por qué llegan aquí  los más desesperados de la ciudad y, a la vez, los rostros más felices? Contemplamos el nacimiento de nuevos amores que despiertan bajo la sombra del olivo. Escuchamos a veces operetas, a los predicadores y a los nuevos profetas, oramos y nos santiguamos en el atrio o frente al altar, bebemos en sus cantinas infinitas que invaden impunemente los pasillos como cosacos, cantamos, madreamos y nos madrean.

Se llama Plaza Álvaro Obregón, ¿o plazuela?, aunque en Latinoamérica el nombre común que se da al punto en el que nacen y desde el que se expanden las ciudades es Plaza de Armas, donde también los pobladores de ayer solían concentrar armamento para repeler los ataques de invasores.

La plaza permite que los ciudadanos se aproximen, hagan contacto y se conozcan.

La comunicación entre la gente, aquí, es natural y cotidiana.

Es, por sí, un lugar perfecto.

La plaza se asienta en el pequeño espacio en que se origina la ciudad: es su lugar de nacimiento. Su cuna.

Por lo tanto, es un espacio de todos y no es reemplazable, igual en un pueblo de 100 habitantes o en una urbe de 10 millones.

¡La plaza es la plaza!

Este pequeño espacio expresa –habla, comunica, reproduce- el origen, la historia y los sentimientos de una comunidad.

Es un ente vivo, profundamente vivo, que refleja la memoria y la mente colectiva.

Decir vamos a la plaza (los culichis también decimos: nos vemos en Catedral) equivale a decir: vamos a vernos al espejo, a reconocernos, a convertirnos todos en uno solo, a reconocer nuestra grandeza y a contemplar con generosidad y tolerancia nuestras miserias.

¿Qué ocurre ahí?

En diferentes momentos, la Plaza Álvaro Obregón, ¿o plazuela?, ha sido objeto de diferentes intervenciones.

En cada una, la emotividad social se enciende como si quedara la estirpe culichi y su casta bajo amenaza de desaparición.

Las intervenciones efectuadas aquí han sucedido cuando un alcalde o sus asesores deciden que el sitio merece o requiere un remozamiento, reconstrucción, remodelación, o como le llame la autoridad en turno.

No obstante, cualquiera que sean los cambios o las mejoras que ahí se realicen, la plaza conserva su señorío y su fuerza y permanece como punto de convergencia fundamental de los ciudadanos.

Hoy mismo, a la plaza principal de Culiacán llegaron un grupo de jóvenes expertos en intervenciones urbanas.

Montaron dos módulos de atención ciudadana y emprendieron la consulta IMAGINEMOS JUNTOS entre los usuarios ordinarios del espacio, acerca de cuáles problemas observan y qué desean qué ocurra ahí.

La consulta responde a una iniciativa de la Sociedad Botánica y Zoológica de Sinaloa, el organismo ciudadano que hizo del Jardín Botánico de Culiacán un ícono de la ciudad reconocido a nivel mundial.

En esta tarea, la Sociedad Botánica está acompañada por la oficina municipal Centro Histórico y Comercial de Culiacán (CHYC) y el Instituto Municipal de Planeación Urbana (IMPLAN).

Los consultores presentes en los módulos explican a quienes piden información que no existe ningún proyecto preconcebido para ejecutarse aquí.

Se trata de una consulta, después se hará un diagnóstico participativo y, posteriormente, la Sociedad Botánica podría generar una propuesta de intervención al ayuntamiento de Culiacán y al IMPLAN.

En los dos módulos instalados, luce la inscripción de ´Plaza Catedral’. ¿Se llamará así?, preguntamos. La respuesta no espera: No. Y la explicación es simple: se inscribió así porque así conoce la mayoría de la población de la ciudad este lugar: “la Catedral”.

La consulta es abierta y será entre los días martes (de 09:00 a 13:00 horas) y miércoles (de 08:00 a 14:00 horas). Usted puede opinar, igual que todos.

¿Habrá una intervención? No es seguro esto ocurra, aunque uno percibe que aquí priva el deterioro físico del espacio y del equipamiento, el desorden y la anarquía.

Esta plaza, a nuestro ver, parece una cuna rota. ¿La rescatamos, culichis? Opinemos.

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