POLITEIA

¿Qué esperar de las elecciones en Estados Unidos? (I)
César Velázquez Robles

 

Las elecciones intermedias en Estados Unidos de este martes 6 de noviembre han modificado el mapa de la distribución del poder político, pero sin llegar a constituirse un cambio que altere de manera radical la correlación de fuerzas entre demócratas y republicanos. Esta afirmación parecería contradictoria, pero no lo es: aquellos han ganado presencia –son ahora mayoría en la cámara de representantes–,  pero estos se han afianzado en la cámara de senadores, desde donde bloquearán muchas iniciativas que contra Trump y su política pudiesen poner en marcha los integrantes de la nueva mayoría demócrata. Se producirá una especie de bloque mutuo que evitará que avancen iniciativas de uno y otro signo, pero que no impedirán el funcionamiento de un modelo de relaciones y de reproducción del poder. Dicho en otras palabras: el diseño de la arquitectura institucional ha permitido que el sistema de pesos y contrapesos no paralice el sistema, pero si contribuya a limitar excesos y arbitrariedades en el ejercicio del poder.

Desde México, siempre observamos con atención e interés el desarrollo de la contienda por el poder en el vecino país del norte. Entiendo que, en principio, lo hacíamos porque las elecciones en nuestro país carecían de interés, al jugarse casi siempre con dados cargados. La disputa cerrada, sin las certidumbres mexicanas, nos hacían admirar el proceso en aquel país, y vivíamos con pasión e intensidad el desenlace electoral. En cierto modo, era expresión también de un proceso de colonización cultural, aspirando a imitar el modo de vida norteamericano, pero siempre mezclado con una especie de sentimiento anti-imperialista creado y recreado a partir de una visión acendrada del nacionalismo. Era y sigue siendo –aunque cada vez menos–, una visión contradictoria, pero real, de nuestra relación con el imperio.

Diría que así fue a lo largo de prácticamente todo el siglo XX. De mis recuerdos más remotos, está la elección a principios de los años 60 entre Richard M. Nixon y John F. Kennedy, quienes protagonizaron el primer debate televisado de la historia. Fue una elección cerrada entre el republicano y el demócrata, que recuerdo vívidamente fue seguida como si hubiese sido propia en gran parte del país. Más lo fue todavía la celebración por el triunfo de Kennedy, lo que confirmaba la vieja creencia de que la mayoría de los mexicanos simpatizaba con los demócratas. Si nos atenemos a las encuestas, esta percepción entroncaría con la realidad: los mexicanos tenemos más coincidencias con los demócratas que con los del símbolo del elefante. Si nos refiriésemos a la elección presidencial de 2016 en Estados Unidos, según una encuesta levantada por el Gabinete de Comunicación Estratégica  para saber por quién votarían los mexicanos si pudieran hacerlo, el 82 por ciento señaló que apoyaría a la demócrata Hillary Clinton.

Tenemos la creencia de que a México le va mejor con presidentes y/o gobiernos demócratas. Pero hay datos duros de la realidad que parecen decir lo contrario. Uno de los especialistas mexicanos en materia de relaciones México-Estados Unidos, Jorge Bustamante, sostiene que a nuestro país “le ha ido mal con los dos”, es decir, con demócratas y republicanos. Otros analistas sostienen que “habría que ponderar”, y enlistan diversos asuntos que definirían el perfil de los vínculos entre los dos países:

“Desde los primeros años del siglo pasado los gobiernos del Partido Demócrata han tomados decisiones que afectan a su vecino del sur”, recoge la BBC Mundo en una investigación. Añade: “en los dos periodos de Barack Obama, unos tres millones de personas fueron deportadas, la mayoría originarias de México”. Frente a ello, “durante una administración republicana se estableció la única regularización migratoria que ha habido en Estados Unidos”, y ello fue en 1986 durante el mandato del republicano Ronald Reagan. En los años 90 del siglo pasado, los vínculos de México con Estados Unidos se intensificaron con las negociaciones tendientes a lograr un acuerdo de libre comercio, que para algunos no era sino “una integración silenciosa y subordinada al vecino del norte”, en tanto que para otros era la oportunidad de estimular la competitividad del país, atraer inversiones, mejorar el ingreso de la población y apurar el desarrollo de una sociedad moderna en una economía abierta y un mundo globalizado. El tratado tuvo siempre el respaldo de los republicanos, y la llegada del demócrata Bill Clinton al poder significó algunos condicionamientos a la parte mexicana para llegar a su firma. Sin embargo, habría que considerar también el apoyo de su gobierno para evitar que el famoso “error de diciembre” colapsara la economía mexicana. A propósito, hay una opinión bastante extendida de que, en el trato con los republicanos, a la población mexicana le ha ido mal, aunque a la élite le ha ido bastante bien, sobre todo a raíz de la profundización de los intercambios comerciales en los últimos cinco lustros.

Es en este marco en el que se han desarrollado estas elecciones de media gestión. También como nunca antes, éstas han sido seguidas con mucho interés por los mexicanos. El discurso endurecido, beligerante, xenófobo y racista de Donald Trump; las referencias sistemáticas a México y los mexicanos; su consideración de que la migración estaba constituida por criminales y traficantes de drogas; la convocatoria a construir un muro “grande y hermoso” para impedir que la marea humana proveniente del sur entrase a su país, y la exaltación de los peores sentimientos que puedan anidar en el ser humano, todos estos y muchos otros factores más, hicieron que los mexicanos pusiésemos atención especial a las elecciones de este martes 7 de noviembre.

¿Qué mapa político se ha configurado en Estados Unidos? ¿Qué nuevo equilibrio de poder ha surgido de las urnas? ¿Qué relevancia tienen estos resultados  para el futuro democrático en ese país y para el mundo entero? ¿Qué caminos pueden vislumbrarse para el acuerdo comercial entre México y Estados Unidos?

A tratar de responder a algunas de estas interrogantes dedicaré la siguiente colaboración.

7 de noviembre de 2018

 

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