TODAVÍA TENGO 64

UNA REVOLUCIÓN CULTURAL (SEXTA)

Jorge Eduardo Aragón Campos

jaragonc@gmail.com

A cuarenta años de distancia, los navolatenses no se han emancipado de nosotros: se siguen portando igual. Si ellos lo han perdido todo, porque todo lo entregaron sin presentar batalla, es por el ejemplo cercano que tienen en los culichis. Si vamos a tomar como cierta la afirmación de que Sinaloa es su gente, entonces los sinaloenses nunca hemos destacado en nada, primeramente porque nunca nos ponemos de acuerdo sobre nada: cada quien tiene la firme idea de que a sus convicciones personales están subordinadas las de la generalidad.

La noche del 31 de diciembre del año 1975, la capital del estado vivió su primer festival armado de media noche; aquello sí que fue una sorpresa, al punto de que cuando regresamos de vacaciones el tema seguía hirviendo, pues no había una, sino muchas voces que anticipaban un virtual estado de sitio no sólo en la capital sino en todo Sinaloa: para aquel momento, el hecho era un sacrilegio mayor al de los rupestres tomando el capitolio gringo, eran los tiempos donde si el presidente preguntaba “qué horas son”, se le respondía “las que usted diga, señor presidente”. Se trataba de un desafío similar o mayor a los de Lucio Cabañas y los de Genaro Vázquez (dos legendarios guerrilleros guerrerenses) y nadie tuvo la menor duda de que aquello no se quedaría así.

Pero sí se quedó así. A la distancia y a la luz de los hechos, ahora entiendo que no fue un desafío: era festejo.

Por cierto, una pequeña acotación: la segunda enmienda estadounidense reza que el pueblo tiene la obligación de deponer a un mal gobierno, de ahí que el ciudadano común tiene la libertad para comprar y poseer armamento. En sentido contrario, los gobiernos de los revolucionarios que destronaron a Porfirio Díaz aprendieron la lección y quitaron la escalera: aquí en México desde entonces están prohibidísimas las armas. Son dos caminos diametralmente opuestos que 50 años después coinciden en un mismo punto. Esto lo vamos a retomar más adelantito.

Por más de una razón, 1975 es un buen año para tomarlo como referencia para comparar al Culiacán y al Sinaloa de entonces contra los de hoy. A mí me queda perfecto porque toda mi vida he sido un Forrest Gump de petatiux: siempre estuve en el momento y en el lugar correctos, salvo lo que lleva esto de la pinche pandemia que ya me tiene hasta su ¡puta madre! Perdón por mi francés y mi temperamento explosivo, pero soy pata de perro… de perro chafa: yo con que me saquen a la banqueta tengo, pero acá donde estoy la más cercana me queda a 5 kilómetros. Ha sido mucho tiempo perdido, es un lujo que no puedo darme cuando este año ya cumplo 65. Sí… 65 ¡Nombre! ¡Qué más quisiera yo! ¡Claro que es en serio! ¡Naaaah! ¡No me los estoy aumentando! ¡Sí… seguramente para hacerme el interesante! ¡Lo único que me faltaba! Yo lo mencioné porque ese año completaba 19 de edad, y ya portaba un bagaje de experiencias privilegiadas que me permitieron observar ciertos detalles que todavía hoy me sirven para compartírselos, uno de ellos es que como institución, gobierno del estado estaba en pleno auge y lo dejaría registrado al estilo de los faraones: con la nueva unidad estatal administrativa y el edificio de DIFOCUR. Por otro lado, la UAS pasaba por su propia edad media y faltaban unos pocos años para que le pusieran competencia en la banqueta de enfrente. Como se habrán dado cuenta, ahí están dos historias paralelas a las que vale la pena asomarnos. De hecho ya empezamos. Le seguimos en la próxima.

DOS A LA SEMANA

AL DIABLO CON LOS MITOS

Jorge Eduardo Aragón Campos                                  jaragonc@gmail.com

Dicen que un clavo saca otro clavo; nada más falso. El discurso oficial sobre el atipismo (positivo, claro) de AMLO, pasó de la burla al rechazo desde hace rato, evidenciando aún más, con ello, la absurda pretensión de seguir tapando el sol con el mismo dedo de siempre.

¿En verdad creen que apantallan a alguien con las dichosas encuestas de aceptación? Anda circulando un chiste de comunicadores: basta que un morenista piense en una mentira, para que antes de soltarla el mismo ya se la creyó entera. Le hago una pregunta a usted, lector ¿Después de verle la zanca al pollo, a poco más de un año de gobierno transcurrido, usted cree que si AMLO tuviera esa aceptación que le atribuyen las encuestas, no haría cada fin de semana una concentración monstruosa en el Zócalo?

Sus panegiristas, y hasta algunos supuestos críticos, no dejan de describirlo como un zagas carismático y maestro del ajedrez político, como un orador capaz de mantener en vilo a un pueblo, mediante una retórica distinta y refrescante.

¿En serio?

O sea que el tipo es simpático, más convincente que un vendedor de autos usados, congruente e imaginativo para ofrecer soluciones innovadoras a problemas viejos… y por lo menos 30 millones lo adoran. Pues se están durmiendo, porque con la mitad de eso ya estuvieran haciendo la mañanera en el estadio Azteca y cobrando la entrada; de ahí se paga el avión, las medicinas, el impuesto a las gasolinas, etc.

Yo me apunto para la reventa.

El tipo habla mal y se explica peor, dejando aflorar una mente retorcida, incapacitada para recurrir a una recta a la hora de recorrer la distancia entre dos puntos: es día que no ha pronunciado una sola línea memorable por su brillantez. Los únicos dos asuntos que mantuvo resueltos durante la campaña, ya resucitaron corregidos y aumentados: su boca. No la tiene fácil. Mientras menos tiene que decir, más habla. Sus dictados en contra de la realidad no reflejan a un tramposo, sino una patología: la del burócrata grillo, cuya mayor pesadilla es la de un problema bien resuelto. Ni siquiera fue capaz de meter orden en su propio partido. Su único mérito para llegar hasta donde está, fue el de no morirse mientras sus opositores le hicieron todo el trabajo.

No es más que un afortunado farsante más, como lo fueron Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña nieto…o como los que aún siguen siéndolo, como la Yakult Polevsky, Bartlett, Durazo, napito, Elba Esther… Estoy en todo mi derecho de expresar mi inconformidad, frente a la forma como AMLO se está comportando desde que llegó a la silla presidencial; estoy en todo mi derecho a llamarme engañado; estoy en todo mi derecho de señalarle su carácter de estafador, marrullero y corrupto, una y mil veces corrupto, además de intolerante, pues no le basta con jodernos igual que lo hicieron quienes le precedieron; estoy en todo mi derecho, a negarme en cumplir su exigencia de que le aplaudamos y agradezcamos cada barbaridad que a cada rato nos avienta. Viene por lo último que nos queda: nuestro derecho a quejarnos.

No vaya fregando.

DOS A LA SEMANA

LA MUERTE DE UN ESTADO MUERTO

Jorge Eduardo Aragón Campos                                     jaragonc@gmail.com

Existen enfermedades terribles que reclaman del paciente agonías largas y penosas, frente a casos así, existe un amplio consenso que aprueba desde no prolongar la vida con recursos artificiales, hasta la eutanasia; son cada vez menos frecuentes, los casos donde los familiares optan por seguir echándole leña al asador, obteniendo al final el mismo resultado pero a un costo material y espiritual mucho mayor.

Es curioso que mientras se trate de casos individuales, somos centrados en nuestras opiniones y dejamos que sea el sentido común quien rija nuestras acciones, mientras que en el ámbito colectivo – donde todos somos afectados- simplemente nos convertimos en algo distinto para ubicarnos en nuestras propias antípodas. En esta tierra que por medio siglo fue emblema de prosperidad, casi a diario nos encontramos en redes sociales y medios de comunicación, invitaciones y exhortos para sumarse a eventos, colectas, rifas, etc. para apoyar a quien pasa por un problema de salud importante, porque al menos aquí en Culiacán, cualquier enfermedad seria es sentencia de muerte para el enfermo y de miseria para la familia.

Este fin de semana largo, ha representado para muchos –entre los que me cuento- la confirmación de que Sinaloa es un paciente irremediable que ya tiene tiempo en fase terminal. La semana pasada, dos hechos nos volvieron a poner en la picota internacional: el de una rumbosa boda en catedral y el de dos mujeres, emparentadas con el gobernador de Durango, que fueron asesinadas por policías de Sinaloa en la zona aledaña a la presa Sanalona. Así se despidió enero y el día domingo 2 de febrero, Culiacán despertó sobresaltado por una serie de balaceras tempranas, hechas en una forma que sugiere fueron concertadas, sin que hasta el momento se tenga una explicación, pero que muchos tomamos como indudable adelanto de algo más gordo que está por caernos. Tal sucesión de escándalos que pertenecen al campo de la seguridad, quedaron relegados de la atención pública por el temporal que se abatió sobre la entidad, causando daños inesperados a un sector agrícola que ya cuenta varios años “herido de muerte natural”. Mi punto es el siguiente: Sinaloa ya no está generando nada bueno, ni hacia adentro ni hacia afuera y basta cualquier mínimo contratiempo para dejarnos patas pa´rriba. Somos una sociedad golpeada, sin voluntad para plantarle cara a un presente sombrío que ni siquiera es decidido aquí.

A mi juicio, lo peor es que los sinaloenses seguimos actuando sobre la base de que todas las soluciones deben venir de fuera, concretamente del gobierno federal, que siempre es blanco de acusaciones de esos mismos sinaloenses en excesos como corrupción, soberbia, indiferencia, etc. Es decir, no existe la mínima disposición a enfrentar y resolver nuestra propia circunstancia ¡Qué lo resuelvan otros! Es el grito de batalla. A Sinaloa lo estamos matando los sinaloenses. Hay que tenerle piedad y hacerlo rápido, es lo menos que merece. Nos sirvió bien. El último acto que algo de reivindicación pudiera traernos, a quienes no supimos preservar el patrimonio que nos legaron nuestros mayores, es el de hacernos rápido a un lado para que tomen el timón las nuevas generaciones…si es que desean hacerlo, porque lo que sí es claro es que nosotros no.

Creo que iniciativas políticas como la del PAS, deberían tener ya su complemento en los organismos empresariales, las asociaciones públicas, los grupos civiles, etc. Necesitamos contar en nuestro inventario, rutas que partan de nuestra visión de nosotros mismos para resolver problemas que sólo a nosotros afectan y nos atañen; no es posible que teniendo ya el año entrante la elección para gobernador, alcaldes y congreso, se siga volteando al centro del imperio Mexica, tratando de adivinar lo que decidirá para nosotros un presidente que nos la tiene cantada y que sobradas muestras ha dado de que nos la va a cumplir. Para terminar y por si no les quedó claro: ninguno de los partidos nacionales nos va a servir para maldita la cosa. Nos jodió el PRI, nos jodió el PAN y ahora nos está jodiendo MoReNa. Yo recuperaría una consigna –y adaptaría- de la elección del 2018: ¡Fuera todos! ¡Aquí nomás los nuestros!