Víctor Javier Pérez Montes
¡Ahí les va la historia del viejo prieto bigotón,
Que se llamaba Porfirio…apodado el ojo de vidrio…
El Corrido del Ojo de Vidrio
Gabino Barrera, no entendía razones, andando en la borrachera…
El Corrido de Gabino Barrera
¡Mmm!, ¡Revolución! Esos pinches catrincitos, ¿Qué saben de la Revolución?, ¡Yo si pelié una!, ¡Yo si tiré bala, no chingaderas!, ¡Yo sí sé que es una Revolución!, ¡Bah! ¡El Cachorro de la Revolución!, ¡Ahora resulta que la Revolución es una perra y tiene crías!, ¡Qué jodidos estamos! Ese es otro pinche pillo, ¡mmm! ¡Como todos esos cabrones políticos!
¡Usted no está para saberlo, ni yo para contarlo!, pero fue a finales de 1913, cuando el Odilón Ortega, el Toribio Rojo y un servidor nos fuimos a la Bola, fue por allá en Durango, tierra de villistas, ¡Puro hombre de verdad! ¡Por ésta! ¡Verdad de Dios!
Recuerdo muy bien, la toma de Ojinaga. Al frente iba mi General Villa, ese si los tenía bien puestos. Los hombres alineados, seguían a su general. Los cañones de 80 y 75 milímetros, las carretas con municiones, y metrallas, todas quitadas a los pelones, esos pinches federales nomás no la hacían, puro maricón del gobierno.
Eso sí era un espectáculo. Estábamos muy chamacos. Yo tenía 14, el Odilón 12 y el Toribio tenía 13. Me acuerdo muy bien; el Odilón se miaba del miedo, cada vez que escuchaba la metralla o los cañonazos. El Toribio andaba con huarache de tres piquetes, nomás que al tomar el pueblo, salió de el con botas, que eran de otro chamaco que encontramos muerto. ¡Estaba bien cabrón, andar en la bola! ¡Verdad de Dios!
Un día llegaron unos gringos. Traían unas cámaras para sacar fotografías. Y que nos agarran para fotografiarnos, ahí salimos los 3 amigos. De plano, éramos unos chamacos, con las carrilleras, y nuestros rifles, eso sí, con las caras de venado lampareado. La carabina del Odilón, estaba igual de larga que él. ¡Pinche Odilón! De tiro, estaba muy chamaco.
¡De verdad!, que éramos unos chamacos, la verdadera infantería de los Dorados. Recuerdo con cariño y mucho respeto a mi general Calixto Contreras, alto, con presencia, educado, justo, nunca nos trató mal. Nos daba un trato mejor a los más chamacos. Siempre comíamos antes que la tropa. Un buen hombre.
¡Ay! Pero, lo que fue a mi amigo el Toribio, pobrecito, a ese sí que le fue mal. Le tocó estar bajo las órdenes del pinche Rodolfo Fierro. Ese cabrón era un animal. Y para amolarla más, el pobre del Toribio había quedado huerfanito, no tenía quien lo defendiera, pero ese hijo de la chingada lo sabía, y lo agarró de su puerquito. Nomás me acuerdo y me empieza a doler la panza.
Ese Fierro, lo agarró de su esclavo. Lo ponía a bañar su cuico, limpiar sus espuelas, el revólver y que le consiguiera chamacas en los pueblos que llegaban. Una noche, el muy cabrón de Fierro, porque ése si fue una vergüenza para la Revolución. Él y otros hombres, se encerraron en una casa de prostitutas, pero, para la sorpresa de muchos, no lo hicieron con mujeres. Fierro y compañía, se vistieron de mujeres y se pintaron los labios. Lo demás ya se lo estarán imaginando.
El pobrecito del Toribio, le tocó verlo haciendo esos desfiguros, además de estar totalmente borracho, agarró su pistola y le ordenó a Toribio que no dijera nada y que saliera corriendo. Toribio, tratando de correr, recibió un disparo en la nuca. Cayó inerme como si estuviera listo para partir de este mundo. ¡A que mi amigo Toribio!, ¡Pobrecito! ¡Era huerfanito!
Mi general al saberlo, le dijo a Villa. Villa nomás le respondió: “A éste o lo matan o a ver qué pasa, pero, ya debe varias el compañerito Fierro.” ¡Afortunadamente ése animal se ahogó en la Laguna de Guzmán!, ¡Y qué bueno!, ¡Ese, al igual que todos esos piches políticos zopilotes son una vergüenza pa´la Revolución!
¡Mire usted! Asesinaron a mi general Contreras, y también a mi general Villa. ¡Esos Constitucionalistas eran más pillos que tiznada! Yo creo que Don Porfirio se quedó corto a un lado de todos esos bandidos. ¡Verdad de Dios!
¡Revolución!, ¿Qué saben esos pinches licenciaditos de la Revolución? Nosotros no hicimos una revolución y nos partimos la madre pa´ que otros politiquitos llegaran con las manitas limpias y se avorazaran de la misma.
Acabo de regresar de mi pueblo, en Cuencamé, allá en Durango; y es hora que ni luz hay, pero eso sí, la Revolución está presente en las casonas y los carros de los pinches “tanprontistas” ladrones del cabrón de Alemán. ¡Mmm!, ¡Revolución!, mira tú que revolución.
Yo terminé herido en el camino. Jamás me pude recuperar de mi pierna derecha, nunca pude caminar normal. Ni apoyo y ni ayuda como ex combatiente de la Revolución, pero puras pinches mentiras. ¡Y pos a buscar la vida!, me conseguí este puestito de periódico, y pos nomás para hacer corajes. Mire nomás este periódico de hoy, mayo de 1951, los mineros de Nueva Rosita exigiendo mejoras salariales. ¿Y la Revolución? ¿Ontas pues?
El Odilón, ese cabrón si la supo hacer. Se cambió de bando, se puso a echar bala con el general Múgica, y ¡Pos le fue bien! Ese si recibió pensión del gobierno, hasta lo integraron al ejército regular. La última vez que lo vi, era coronel. ¡Piche Odilón! ¡Tan coyón que era! Y pos, aquí quedé del lado de los pendejos, de los pobres, a los que la Revolución jamás se acordó y bien que jodió. Por eso digo: ¡Revolución!, ¡Mmm! ¡Y pa´qué!