Víctor J. Pérez Montes
“Con tus ardientes caricias y tus besos brujos me
hiciste soñar”
Antonio Aguilar
Caminaba solito por la Obregón,
aquello definitivamente debió haber sido en Domingo por la noche, el calor era
insoportable, al más puro estilo veraniego culichi,
húmedo y con ganas de meterte en un congelador, por más que volteaba y trataba
de buscar alguna alma piadosa para que me invitara a entrar a su casa o negocio
y refrescarme, seguía caminando entre las calles Colon, cruzando el Madero y la
Francisco Villa, y nomás no se veía
movimiento de nada.
No se escuchaban los autos, es mas no
había automóviles, el Centro estaba desolado. A la altura de la Obregón entre
el Madero y la Francisco Villa, de pronto, como salida de una película del Santo y Blue Demon, salió una despampanante y monumental mujer como
si fuera la reencarnación, -pero bien reencarnada- de la Tere Velázquez en “las Mujeres vampiro contra el Santo”.
Aquella monumental mujer de ojos de
color verde y curvilíneas mortales, con unas piernas que ni las conejitas del Hugh Haffner, parecía que deseaba
acechar de manera certera y mortal al único mortal indefenso en toda la
Obregón, o sea Yo. Con mirada vampiresca, pero a la vez, con una carita de baby face, que transformaba a quien le
mirara, en una especie de víctima hipnotizada por sus satánicos y malévolos encantos quedé atónito, inmóvil, que por más
que trataba de correr con todas mis fuerzas y aunque no me lo crean, no podía
huir.
Aquel ser maligno, efectuaba sobre mí
una fuerza del mundo imaginario, pero muy efectivo, que sus poderes
descomunales me impedían el poder salir huyendo de tan desesperante situación.
De repente, la vampiresa estaba enfrente de un servidor, a escasos 20 o 30
centímetros, cara a cara – y es ahí cuando me di cuenta que no eran verdes sus
ojos, sino que eran color ámbar-, su vestimenta pude darme cuenta que era una
especie de vestido corto –muy corto- de encaje negro, creo que le llaman Baby Doll, pero en esos momentos de
terror, pensaba petrificado: ¡Esta bruja
malévola –mas no mala porque estaba bien buena- me va a comer!
Este ser de maldad, era algo así como
la Long cool woman in a black dress de
los Hollies o pensando más nacionalmente, era fría como el viento, peligrosa como el mar nos confirmaría el Luis Miguel, y que en el primer descuido
me sujetó con sus manos de bruja de caricatura de Walt Disney, recuerdo muy bien sus manos, tenía una uñas largas de
color rojo, con sus bien formadas y estéticas manos –¡eso si!, sedosas pero
fuertes como garras de halcón que atrapa a sus presas.
Con tal fuerza descomunal, me forzó a
jalones y estirones, a un lugar oscuro, recuerdo muy bien el lugar, era un recoveco
entre el domo del Parque Revolución y
la escultura de la coloquialmente llamada la
Locha, y aquello parecía uno de esos rituales a la Diosa de la Fertilidad y
el Amor, pero que en este caso no había una Afrodita
o Venus, estaba la Locha, con su
imponente figura que incitaba al sacrificio de un pobre incauto e inocente a
los pies de tal Diosa de la sensualidad.
De manera salvaje y arrebatada, me
empezó a quitar la ropa, la camisa quedó hecha una chira –diría mi madre-, y como
buena vampiresa que era, se me dejó ir a la yugular –literalmente- me quiso
morder el cuello y con sutileza y sensualidad descomunal, también me empezó a
besar el cuello, entre beso y mordida, sentí como la vida me iba en un
instante, sin embargo, tomé fuerzas de mi flaqueza –física, psicológica,
emocional y sexual- y que la separo de manera firme y le dije:
-¡Apártate
de mí, en el nombre de Jesusito Malverde y su sacrosanto cuerno de chivo, mujer
voluptuosa llena de maldad demoniaca y esclava de la lujuria descomunal!
En eso, y con más ganas me tomó del
cinturón con tal fuerza y movimientos bruscos que me quitó el pantalón; me sorprendí
a tal grado que por algún momento me dejó pensando: ¿cómo me había desabrochado el cinturón y como había salido volando el
pantalón?.
Otra vez, retomando mis afanes
puritanos, la volví apartar de mí y haciendo la señal de la cruz con mis dos
índices y vociferando improperios le decía con odio de curita de pueblo:
-¡Vieja
cochina, sucia, impura, disoluta, criatura del mal, eslava del placer y las
malas artes de la lujuria! ¡Que la santísima ánima de la Basura encuentre el
perdón de tus asquerosos pecados! Pero
esta bruja malévola parecía que entre más me resistía a sus perturbadores
encantos, más se encendía su furor contra mí! Y con voz baja y al oído, con un
tono sensual, carnal y diabólico me dijo:
-Son nuestras las estrellas de la
noche, asi que ¡vámonos al mundo los dos!
Por un momento pensé, ¡hasta Leona
dormida como la Lupe Dalessio me salió esta bruja!, y entre labios me repetía
las palabras ¡Quiero!, ¡Quiero!, y yo
le respondí: Pero, ¿Qué quieres bruja del
demonio? Y por más que quería zafarme de entre sus garras, nomás no se
podía.
En esos angustiosos momentos, ella
lanzó un aullido y como por arte de magia aparecieron otras tres igualitas de malvadas –sobra decir que ellas
tenían los mismos atributos físicos-, dos vampiresas me agarraron de los brazos
y las otras dos con ojos de lujuria desenfrenada empezaron a quererme
acariciar, aquello era horrible, espantoso, era verdaderamente un infierno, y
de pronto, una de ellas con voz ronca y
con acento entre inglés y tonalidades de ruso, gritó con sorpresa y espanto lo
siguiente:
-The ring, he doesn´t wear the ring!
, -es decir, para mi
fortuna, no llevaba el anillo para ser sacrificado-
Aprovechando ese instante de shock
sorpresivo, y de manera ágil y con sorprendente habilidad de Kung Fu Panda,
rodé unos metros enfrente de ellas y recuperando la fuerza antes mermada por
tanto esfuerzo estéril en contra de las secuaces locas y sedientas de pasión
carnal, me paré y en posición de combate, saqué mis dos pistolas lanzallamas,
al más puro estilo del Santo y de los
hermanos Almada, -por cierto, aún no tengo claro de dónde rayos las saqué, pero
supongo que eran unos de esos bellos encantos de este sueño- y que les disparo
a estas criaturas de la maldad.
Los gritos de dolor y aullidos de
dolor no se dejaron esperar, mis sentimientos eran una mezla de alivio, pero a
la vez de dolor, pero creo que más que eso, era compasión por esas pobres
mujeres que seguramente solo eran víctimas de la noche y del pecado. Al
instante, el olor a carne asada empezó a subir, y me recordó las ricas carnes
asadas del “Cuilas” por allá, en mis inocentes años de secundaria, y de pronto,
una voz que repetía mi nombre: “Casiano,
Casiano”, y decía entre mí: ¡A
jijos!, las voluptuosas hablan desde las cenizas.
¡Pues no!, para mi gran sorpresa, era
el crudo despertar de esta aventura heroica, que poco a poco recuperaba la
memoria, o mejor dicho, el regreso a la realidad. Era mi mujer que me gritaba
con su melódica voz –inversamente proporcional a la de las vampiresas de mi
aventura, que por cierto, me hizo recordar una vieja melodía setentera, que
hablaba de una señora con cuerpo de ballena y boquita de hipopótamo y que veía
como loca, pues ni más ni menos -:
-¡Casiano, Casiano!, ¿Estás sordo o
qué?, ¿no ves que se te está quemando la carne y que el perro te la está robando?
Bueno, ¡estás atrasado!, ¡nomás andas en la baba!, pues ¿en qué andabas
pensando?
Claro está, que cuando llegó el
momento de responder a su tan profunda incógnita, me vi obligado a mentirle y no
relatarle toda mi sexi-aventura y con
tono de pena y con voz bajita y melosa le dije:
-¡No mija!, lo que pasa es que mi
compadre Chanito se quedó sin chamba, y lo quiero ayudar, eso me trae distraído.
Sin más ni más, tuve que mentirle a mi
mujercita y encochinar mis labios, al
disfrazar a la mentira con ropajes de bondad y empatía por el menesteroso, y no
mostrar la desnuda y horrible verdad de mis pecaminosos pensamientos, para así
evitar una de las tan cotidianas regañadas de perro bailarín por parte de mi bodoquito
corazón.
En fin, ustedes muy seguramente me
estarán juzgando de que soy un mentiroso –como buen sinaloense, según don
Antonio Nakayama- o un marido infiel –como la Silvia Pinal en su programa de
los Casos de la Vida real- , pero ¿A poco no les dio envidia este sueño de una
tarde culichi de Verano? Y al que no:
¡Que miedo le tienen a la liona de su mujer!
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ganas… mi correo vyctor_pm@hotmail.com