DOS A LA SEMANA: YA VOLVÍ.

Jorge Eduardo Aragón Campos jaragonc@gmail.com

Imaginemos un paraje desolado en lo más intrincado de lo más alto de la serranía sinaloense, se trata de un pequeño valle rodeado de las montañas más altas, es un sitio que hasta hoy no sabe lo que es recibir la pisada de un ser humano: nunca nadie ha estado ahí y es muy probable así se mantenga durante mucho tiempo más. Anoche, mientras se registraba una fuerte tormenta en ese lugar, un rayo cayó sobre un árbol cuya edad superaba los cinco siglos y le causó su total destrucción. El punto es que nadie vio el hecho, nadie se enteró de él y así se mantendrá durante los siglos venideros: nunca nadie, jamás, sabrá nada sobre ese árbol y sobre el rayo que acabó con él. Ahora viene la pregunta ¿Realmente ocurrió o no? Así la dejamos por el momento.

Dentro de 3 meses se cumplirán 2 años que aceptamos irnos a encerrar a nuestras casas durante 14 días, con la promesa de que el esfuerzo sería suficiente para resolver una crisis sanitaria global, provocada por una extensa y sospechosa cadena de negligencias entre funcionarios de diversos organismos públicos, cuya responsabilidad era evitar que eso sucediera.

Yo afirmo que estos 2 años transcurridos han sido de enorme utilidad, salvo por el hecho de que si nos remitimos al comportamiento social mayoritario, nunca hubo un solitario comensal degustando sopa en un merendero de China, así como todo lo que desencadenó ese inocente acto, universal y diario, de echarle comida al estómago vacío. Adonde quiero llegar, es a que toda la experiencia acumulada a partir de todo lo ocurrido durante estos dos años, no nos servirá de nada porque seguimos comportándonos como si nada hubiera pasado.

El relato del árbol en el párrafo inicial, es un viejo ejercicio práctico de bizantinismo muy usado durante la mítica época cuando la educación básica daba importancia a la filosofía, se usaba para que los estudiantes abordaran por primera vez las discrepancias entre una realidad, sostenida por un conjunto de leyes naturales indiscutibles, frente a una construcción artificiosa nuestra que pretende someterlas a una vaga noción superior de justicia a la que solemos referirnos como la verdad.

Ese árbol anónimo y en un descuido inexistente, seguirá apareciendo en este balance que pretendo hacer de lo ocurrido en el campo de la pandemia hasta hoy, pues a pesar del mal manejo estadístico, informativo, etc. sí hay algunos elementos que son reales y nos atañen en particular a los sinaloenses y frente a los cuales, para variar, aplicamos el mismo tratamiento que damos a los árboles abatidos por rayos en lugares que nadie conoce, como por ejemplo el sepulcral y generalizado silencio frente al hecho duro y grave de que, a nivel mundial, México es el país que presenta los peores resultados respecto al manejo de la pandemia, pero después de eso ya nadie recalca que en el peor país del mundo, de sus 32 entidades que lo componen la que ha tenido el peor desempeño es Sinaloa, pero después de eso… de los 18 municipios que lo componen Culiacán ha sido el peor de todos.

Pero nada de eso tiene importancia, porque nada de eso existe, porque nada de eso le importa a ningún sinaloense. Bueno, a mí me importa y resulta que ya volví.

Deja un comentario