Jorge Eduardo Aragón Campos jaragonc@gmail.com
De golpe a los que somos mayores de 60 años, nos quieren transformar en personas ancianas, discapacitadas, como si fuéramos personas limitadas a las que hay que ayudar porque solas no pueden o no saben. Hay que confinarlos, dicen. De golpe, el mundo se debate entre dejarnos encerrados o no; si valemos la pena vivos o no. O mejor dejarnos morir. Teoría del descarte ¿Quién construyó este mundo en que ahora viven? Déjennos cuidarnos solos. Nosotros, los que hasta hace media hora dirigíamos fábricas, organizaciones, instituciones o profesionales independientes, médicos de mucha experiencia. No perdimos ni la razón, ni el juicio. No nos cuiden de manera incorrecta. Consulten con nosotros qué hacer, tenemos sabiduría, experiencia, sentido común. Somos los que hemos producido el capital y todo lo que ustedes tienen. Tenemos menos miedo que ustedes, los más jóvenes. Y aún más, tenemos valores, moral y sentimientos reales, no disfrazados. No se equivoquen, a nuestra edad tenemos mucho para enseñar y ustedes mucho que aprender. Ser mayor no es una plaga. Es un derecho que nos ganamos con trabajo y el respeto de muchas personas ajenas. Y nuestro derecho es un legado nuestro, al que ustedes los jóvenes y dirigentes no querrán renunciar. No nos vamos a hacer a un lado. No somos jeringas desechables. Somos la generación que sostiene a los que hoy están. VALEMOS. Y no, no vamos a morir por el coronavirus. Tenemos bien puestos el orgullo, el amor y nuestro sistema inmunológico ¡Así que no se confundan!
El párrafo anterior no es de mi autoría; de hecho no lo suscribo; lo reproduzco pues al menos a mí, me ilustra sobre la circunstancia actual que estamos viviendo; el escrito está circulando profusamente en algunas plataformas de redes sociales; un detalle fundamental que les comparto: muchos amigos que me lo hicieron llegar, apenas dos días antes hicieron lo mismo con burlas y críticas contra el nuevo titular federal de SCT, pues es una momia de 90 años.
En los setentas, hace 50 años pues, existía una expresión angustiante que pronto entró en desuso:
Si dedicáramos absolutamente todo nuestro tiempo (sin desperdiciar un segundo en quehaceres mundanos como dormir, comer, ir al baño, etc.) a leer únicamente los libros que en verdad vale la pena leer, no nos alcanzaría toda nuestra vida para hacerlo… y lo mismo ocurre con la música, el teatro, la danza, el cine…
No les voy a explicar por qué era angustiante; de eso se trata.
Pertenezco –con mucho orgullo- a una generación que sólo creía en aquello que estuviera fehacientemente demostrado, de ahí que eres lo que haces, no lo que dices; siempre he sostenido que ninguna escuela por más buena y/o cara que sea, te ofrece algo más a lo que tú, de manera gratuita, puedes obtener en una biblioteca pública; como individuos –y frente al resto-, el conocimiento debe ser la primera y principal referencia para ser valorados, porque no importa su utilidad pues es un fin en sí mismo; porque no ocupa espacio; porque no lo puede ocultar ningún cirujano plástico; porque cualquiera, sin distinción de sexo, edad, ideología, religión, nacionalidad… con sólo estar pleno de sus facultades naturales puede acceder a él; porque no puedes adquirirlo con dinero.
Por eso no suscribo la declaración que reproduje al inicio, porque se trata en realidad de una lista de plazas entregadas sin presentar batalla, en aras de entrar con calzador a una fiesta que, por las mismas razones que el texto expone, ya no nos corresponde. Es un lamento por no recibir el reconocimiento de una sociedad que nos desprecia, cuando de ser reales las virtudes que nos atribuye el texto nos estarían rogando, y no porque nos hiciéramos de la boca chiquita, sino porque… no nos corresponde.
Si esta sociedad no quiere nada con los viejos es bronca de ella; si los viejos somos lo que reza el documento, entonces, por reflejo, también revela lo que esta sociedad no es, y por lo tanto ¿a quién diablos puede interesarle contar con el beneplácito de una sociedad así? Los de mi generación también decíamos que la vida te alcanza para cultivar una de dos, tu mente o tu cuerpo. Así es que, con 64 primaveras a cuestas, considero me he ganado el derecho a considerarme viejo. Nada más.
Puse “cultivar”, no “cuidar”. Si te confundiste es por algo.
“cultivar”, no “cuidar” interesantes apartados entre la arquitectura del paisaje con su diplomacia de cuidar y de ver cultivar el jardín desde otra perspectiva…”Con una arquitectura del paisaje visionario e integral en su hábitat y su escala 1:”UNO UNA” es decir unidad:universo. Su fundamento:Su creatividad