DOS A LA SEMANA
Jorge Eduardo Aragón Campos jaragonc@gmail.com
Como es así que se hacen los chismes, de una vez aclaro que el título no hace referencia a alguna canción de José José, no se me confundan, en particular todos los que bien saben cómo me sale de igualito cuando hago mi legendaria imitación de él.
Porque todos sabemos enteendeeeer… pero pocos sabeen quereeer…
Mi título hace alusión a una frase que no tiene much@ tiemp@ de mod@ en el mundill@ de los políticos y las políticas (no entienden que no entienden), retomada recientemente por Julio Serrano Espinosa (MILENIO), para endilgársela a la oposición política mexicana, donde señala que de frente a las actuales campañas están apostando a una amnesia temprana del electorado, mostrando así que todavía no entienden las razones para lo molesta que está la ciudadanía con ellos. Creo que Serrano menosprecia la capacidad previsora de nuestros políticos profesionales, al no concederles que ya cuenten con un estratégico almacenaje disponible para cantidades de ignominia nunca antes vistas. Un año normal, pues. Por eso me extraña que Serrano no lo considere. La oposición entiende perfectamente lo que está pasando y está encantada porque se siente en un día de campo, a ellos sí les cayó como anillo al dedo esto de la pandemia; en lo económico porque al menos hasta el primer trimestre del año pasado, ningún portal meteorológico contaba con modelos de pronóstico para un diluvio, cosa distinta hoy sin duda, como indudable es que los daños también hasta hoy no han sido lo altos que debieran ser, eso obliga a pensar que de no presentarse la pandemia sí pudo haberse dado una buena sorpresa por esos rumbos. Pero Dios da y Dios quita: la narrativa pandémica (que es global) mostraba una tendencia inevitable a favor de la cobertura de vacunación, condenando a la 4T al fracaso frente a la poca que tendrá cumplida para el día de la elección.
Yo que fui tormeentaaa (ya entré en caja).
Ni yo pude imaginar el viraje –y su brusquedad- que tomó el discurso sobre la pandemia justo en el momento en que iniciaba el ansiado final: la vacuna no sirve. La nueva información que está fluyendo desde las fuentes autorizadas, promete que esta es la única normalidad que conoceremos durante un tiempo que nadie puede determinar: con todo y vacuna seguirán los cuidados, los protocolos… el miedo ¡La Vida! así, con mayúsculas y signos de admiración no existe; nuestra ¡Vida! no es ni será otra cosa que este año que acabamos de pasar, igual a este que ya lo terminamos de iniciar y el que viene y luego el otro… Perded toda esperanza. De ser así, se estará abriendo una oportuna ventana para que este gobierno se sacuda los costos que ya tenía en su contra, pues en la medida que más gente vaya aceptando lo inevitable, al menos una parte adoptará la opinión de que la pandemia no es un problema que el gobierno pueda evitar ni resolver, porque ninguno ha podido y ahora sí ni se pudo. Frente a eso, la oposición se queda sin nada porque lo único que nos tiene preparado es pan con lo mismo (sin alusión): hablar mal a ciegas y a locas de cuánto haga el gobierno. Cómo si los mexicanos tuviéramos alguna otra actividad donde hayamos mostrado sí ser autosuficientes ¿Quién los invitó? les deberíamos de preguntar.
Un poooquito mááásss… para llevarte… un volcán bien gaviláááán ¿Así era?
Conocedores de que el México profundo no es otra cosa que nuestra propia naturaleza profunda de mexicanos (traicioneros, hipócritas y ladinos), contaron con nuestra ingratitud para que siendo uno u otro el desenlace fueran ellos los ganones: si la pandemia era derrotada el mérito sería diluido por el mismo reparto global, pero aquí la votación castigaría al gobierno por los errores cometidos en lo local; si no era derrotada con claridad por la vacunación, igual el afectado sería el gobierno. Una cosecha nada despreciable para el sobrehumano esfuerzo de pasarse dos años sin hacer otra cosa que apuñalearse entre ellos (esa es otra parte de la historia que nadie menciona), pero les falló el timing y cayeron en otra de nuestras taras nacionales: festejar antes de tiempo. De quién fue la genial idea de sacar del closet una resma de esqueletos (Fdez de Cevallos, Alazraky, Madrazo) para paseárnoslos por enfrente con el rótulo de ¡Querida… ya volví! a manera de jubiloso anticipo del regreso a una época dorada –según esto-, donde con desprecio le negábamos visa a los gringos. Y qué no agarráramos a uno aquí en el corte del tomate porque… Peor aún, anticipando su rotundo éxito construyeron una narrativa contra el reparto de dinero, seguros de que el votante volvería de rodillas, arrepentido por dejarse llevar por el canto de las sirenas chairas y bien dispuesto a regresar a lo segurito, es decir a la infaltable despensa, una dádiva vergonzosa como todas las dádivas pero que no por ello han abandonado como recurso clientelar: eso sí no es abominable como el dinero en efectivo. Mi duda es de dónde sacaron que para un elector mexicano eso represente una disyuntiva: va a agarrar despensa y billetes (tal y como lo ha venido haciendo) y el día de las votaciones se va a levantar de la cama a las 6 de la tarde.
Nos guste o no, lo que se va a medir en esta elección es cuál de los dos modelos beneficia a más votantes y para de aquí al día de la votación (de mí se acuerdan), la definición de beneficia va a ser dinero contante y sonante pero no per cápita sino per se.