Hacía bastante tiempo que el fútbol mexicano no vivía una final entre dos equipos considerados como “grandes”, la última ocasión fue en el 2013, durante la lluviosa noche del domingo 26 de mayo, cuando las Águilas del América se levantaron desde el inframundo y remontaron una épica final ante el Cruz Azul, tocando las estrellas y quedándose con la número once en aquella ocasión.
Cinco años y medio después, el destino quiso que Águilas y Cementeros volvieran a cruzar caminos en una final más;por un lado, Cruz Azul llegaba con directiva, cuerpo técnico y platilla renovada, tuvieron un torneo regular perfecto, superlíderes de principio a fin, eran el equipo a vencer, y aficionados celestes empezaron a vitorear el trágicamente famoso “este torneo es el bueno”.
Y en el otro frente, el América tuvo un torneo de cierto modo intermitente, con momentos de gran lucidez, pero también, con pasajes tenebrosos donde parecía que los “Azulcremas” tendrían otro decepcionante torneo sin poder levantar “la copa número trece”.
Pero antes de entrar a lo acontecido en el terreno de juego, vale la pena destacar el camino hasta la final, polos opuestos y desempeños contrastantes fue lo que Cruz Azul y América ofrecieron a sus seguidores.
El Azul, quitando el duelo de ida ante Gallos Blancos de Querétaro, mostró una tendencia decreciente en cuanto a su nivel de juego, tras los primeros noventa minutos disputados en el Bajío, la Máquina empezó a bajar su nivel individual y colectivo, tal parecía que los celestes habían alcanzado el tope de rendimiento en el momento menos adecuado, sin embargo, con el puro empuje les alcanzó para llegar a la final de manera “tranquila”, dejando en el camino a Gallos y a Rayados de Monterrey.
Por otro lado, las Águilas empezaron a tener un repunte en el nivel individual entrando la liguilla, jugadores como: Guido Rodríguez, Emanuel Aguilera, Bruno Valdez, Renato Ibarra y Diego Lainez, empezaron a jugar por encima de su media de rendimiento durante la temporada regular, y eso se reflejó en las llaves contra Toluca y ante Pumas de la UNAM, América empezó a jugar muy por encima a lo que nos acostumbró durante la temporada regular, y venía con el ánimo suficiente para poder afrontar a uno de sus máximo rivales, y quien por cierto, llegaba en calidad de superlíder.
Durante la semana previa, el tan acostumbrado “antiamericanismo” se hizo presente en México, aficionados celestes y no celestes unidos en un objetivo común, derrotar al América y conseguir su noveno campeonato; el escenario era ideal, romper la sequía de 21 años a expensas de uno de los rivales más odiados por la Máquina Cementera, el ánimo y alegría por ver esta utopía volverse realidad era latente en todo nuestro país.
Llegó la tan ansiada final, esa que volvió a juntar a dos de los equipos “grandes” del fútbol mexicano, y el resultado fue más que decepcionante; con dos clubes atentando contra su historia en 140 de los 180 minutos a jugarse, imperando el “miedo a perder”, por encima del deseo por ganar un título que ahuyentaría fantasmas para trasladarlos al rival.
Fue hasta un error de la defensiva cementera cuando el camino se abrió para las Águilas, una grosería de Jesús Corona hacia su compañero, Iván Marcone, marcó el norte en la brújula azulcrema, cierto, el América lo intentaba más que Cruz Azul, pero no hallaban el rumbo para batir la portería celeste.
Una vez que Edson Álvarez abrió el marcador, el partido entró en un periodo muy emotivo, con jugadas y emociones en el terreno de juego, lamentablemente la anotación llegó relativamente tarde, pero sirvió para entregar 40 minutos de fútbol más o menos aceptable.
Fue el propio Álvarez quien acribilló las aspiraciones cementeras y liberó a los fantasmas de una institución que ya suma 21 años sin ganar, y durante ese periodo de tiempo, ha visto la derrota en seis finales de manera consecutiva, las dos últimas, ante el máximo ganador del fútbol mexicano.
Tal vez no fueron los méritos para conseguir la medalla de honor, pero al final, fueron suficientes para declarar al América como un justo campeón, quiso el trofeo un poco más que Cruz Azul, y el fútbol recompensó a quien hizo más por ganar y alzar un título; la máquina cementera se traicionó a sí misma en el partido más importante del torneo, cierto, fue invicto jugando en el Estadio Azteca durante todo el Apertura 2018, pero la cláusula que marca el derecho de antigüedad le terminó costando una derrota en el escenario menos deseable para que sucedan este tipo de situaciones; administrativamente fueron locales en la vuelta, pero el Azteca es y será la casa de las Águilas.
Es así como América se alza con un título más, tal vez no tuvieron un paso demoledor durante todo el campeonato, pero lograron juntar la nada despreciable cantidad de 47 goles durante el Apertura 2018, siendo así la mejor ofensiva, además, su nivel futbolístico llegó a su tope en el momento más indicado, validando así la tan quemada frase del fútbol mexicano, esa que dice: “quien gana el título no es el que terminó con más puntos en la tabla general, sino el que cierra de manera fuerte el campeonato”.
Atrás dejan a las Chivas del Guadalajara, ese equipo que fue de mero paseo a los Emiratos Árabes Unidos, a hacer un ridículo monumental, el cual se termina engalanando con el triunfo del acérrimo rival, quien una vez más echa tierra de por medio y reclama en solitario el mote de “máximo ganador en México”.
El más grande que le dicen.
=0=
América suma entonces 13 títulos, más cuatro ganados en la época “amateur”, o cuando no existía la FEMEXFUT como la conocemos ahora, los puritanos y recalcitrantes aficionados azulcremas dirán que ya son 17 estrellas las que bordean el escudo del club, pero siendo objetivos, la copa obtenida la noche de ayer representa el éxito número trece de las Águilas.
A eso hay que sumar las siete Ligas de Campeones de CONCACAF, mismas que adjudican a los azulcremas como el club más ganador de la Confederación, además de las cinco Copas MX con las cuales también es el equipo más laureado de dicho certamen, emparejado con León y Puebla.
El antiamericanismo vive días complicados, las Águilas se han convertido en el más ganador del país en solitario, y ese estigma le durará, como mínimo, seis meses, a reserva de lo que diga el eterno rival, el Guadalajara.
Festejen, lectores americanistas, que el amarillo y azul se ha apoderado del fútbol una vez más.
=0=
Con esto nos despedimos por hoy, les deseamos una excelente semana, y nos leemos el próximo viernes.
Hasta la próxima.