La Sucesión 2021

Los cambios

Por José Luis López Duarte

Los que creen que la política seguirá siendo como antaño, cuando las élites de todos lados se reunían, compartían y casi siempre conciliaban y se ponían de acuerdo, al parecer ahora no será así y los actores, llámense candidatos, tendrán más protagonismo y capacidad de orientar y decidir sus propios destinos.

En la actualidad no hay ningún partido político en Sinaloa que marque la agenda de la sociedad. Hasta ahora han sido los liderazgos políticos más relevantes quienes están en la puja y se impone el más fuerte.

En el escenario local solo tres figuras de relieve estatal destacan por su movilidad, influencia y liderazgo. Me refiero al gobernador Quirino Ordaz, al senador Rubén Rocha y al ex rector Héctor Melesio Cuén.

Es cierto que también hay personajes importantes que trabajan arduamente por construir sus propios proyectos, como Gerardo Vargas Landeros con su movimiento Redes Sociales Progresistas (RSP), el secretario de pesca Sergio Torres que no brinca del gobierno porque aún no decide dónde caer, están también el líder del PRI Jesús Valdez y el senador Mario Zamora, muy activos pero aún sin su propia estructura y movimiento.

Es muy probable que al final solo tres candidatos a gobernador aparezcan en las boletas, pero para entonces hay mucho camino que andar hasta llegar a forjar un movimiento y una fuerza que les permita competir.

Por eso sostengo que solo esos tres personajes políticos, el gobernador, el senador y el ex rector tienen su propia plataforma y liderazgo, y son ellos quienes hasta ahora vienen compitiendo, sin vislumbrarse aún cuales serán los bloque electorales que se formarán con las alianzas que llevan a cabo, porque incluso hasta es probable una alianza entre los tres.

En lo personal, incluso lo escribí en septiembre pasado, la hipótesis de una candidatura de unidad de todos los partidos para la gubernatura, hipótesis muy descabellada quizás, pero la expongo tan solo para pensar en que todo puede ocurrir, incluida la alianza Ordaz – Rocha – Cuén.

Y lo pienso por la sencilla razón de que no hay un partido político y ninguna corriente ideológica lo suficientemente fuerte como para afirmar que no es factible, máxime que el pragmatismo es el pensamiento dominante, que pone a discusión el viejo dilema: Qué es lo más importante, hacer las cosas bien o ganar.

Habrá quien dirá “pero eso no es un dilema, porque las dos cosas se pueden dar” y siempre regresará la pregunta, si tienes que escoger entre una y otra ¿Qué prefieres?

La contienda del 2021 ya está desatada y el que no se incluya lo más temprano que pueda se va a retrasar mucho, por lo que se ocuparán muchas ideas y movimientos donde la creatividad  resultados serán indispensables.

AMLO y el Fisco

Un acierto

Por José Luis López Duarte

A todos ustedes, amigos lectores, un abrazo por su paciencia y solidaridad ante mi ausencia.

Muy sonada y trágica resultó la operación contra el huachicoleo para abatirle en un mes casi en un 90%, operación que resultó mediática, dramática y se convirtió en insignia de la lucha contra la corrupción por el gobierno de AMLO, que algo está pasando con el decreto presidencial que emitió el pasado 20 de mayo, con el que nulifica todos los acuerdos y disposiciones que exoneraban impuestos a decenas de empresarios desde 2014 con un monto superior a los 400 mil millones de pesos anuales, cuando prácticamente no se dice nada de él.

Sin duda, este ha venido a ser el golpe más letal contra la corrupción de parte de AMLO, que resulta inexplicable que en una semana los ecos de la noticia se hayan apagado y prácticamente hoy nadie habla de ese suceso tan trascendental.

Es conocido y reconocido en México y en el mundo de que México tiene uno de los sistemas fiscales con peor recaudación, cuyo volumen alcanza apenas el diez y once por ciento, siendo este problema el principal para las finanzas públicas, mucho, pero mucho más allá que las desviaciones del gasto público con los excesivos gastos, la corrupción y la ineficiencia de la inversión pública, que significa mucho, pero no tanto como lo es que no pagaran impuestos.

El golpe dado por AMLO con ese decreto sin duda ha sido descomunal, que resulta harto sospechoso el silencio y las nulas repercusiones mediáticas y políticas después del decreto.

El caso del huachicoleo es ocho veces más pequeño que esta disposición gubernamental de no cobrar impuestos a los grandes corporativos empresariales que se señalaron, donde están la mayoría de los hombres más ricos del país y casi todos los grupos empresariales en que se organizan.

Tan solo CEMEX alcanzó la friolera de casi 40 mil millones de pesos en impuestos no pagados al fisco mexicano, es decir, casi el 70% de todo el huachicoleo de un año y no existen ni dos páginas al respecto en los medios del país, mientras que otros temas menores, frivolidades y estupideces políticas, son magnificados con enormes escándalos que casi siempre parecen “cortinas de humo”.

Los más de 400 mil millones de pesos de impuestos que dejaron de pagar poco más de 40 grandes empresas mexicanas, significando el 80% de los 500 mil millones de pesos que el gobierno de AMLO recuperarían por la corrupción y no se dice nada.

Ni propios, ni extraños, y sobre todo los enemigos de estos empresarios, tampoco han dicho nada y el gobierno calló de la noche a la mañana. Las preguntas son ¿Por qué? ¿Qué ocurrió?

Pues nadie olvida cuando el 2014, cuando se impuso el impuesto a la comida “chatarra” de BARCEL, SABRITAS y FEMSA, hubo una guerra de semanas y meses, por un impuesto para combatir los efectos de la obesidad infantil, dándose entonces hasta conferencias por todo “desatino” de Peña Nieto entonces.

Y para finalizar, es de todos conocido que el tema tabú de todos los empresarios son los impuestos y era para que hoy hubiera una revolución contra AMLO y no existe ya ni una palabra, cabe insistir ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está la controversia? ¿Quién la paró? ¿Cómo acordaron? ¿De qué se trata? En fin, es triste volver y no saber.

El Choque y el Acuerdo

Quién sabe qué y hasta dónde hayan pactado las élites del poder en nuestro país para que se hayan dado los resultados electorales del primero de julio y en consecuencia una transición política aterciopelada e incluso color de rosa, con tintes de seducción.

Fue muy obvio que desde el 2013 y 2014 la unidad de las élites del poder se fracturó y surgió una guerra política – económica que auguraba para el 2018 un choque de trenes y un destino incierto, por lo menos, para el país.

En 2013 se aprobaron reformas estructurales que provocaron que el grupo en el gobierno perdiera poderosos aliados y se convirtieran prácticamente en enemigos mortales, como ocurrió con la reforma educativa y el encarcelamiento del símbolo político de la burocracia sindical del SNTE, otro tanto ocurrió con la reforma fiscal que igualó el IVA en todo el país (quitó los privilegios fiscales a los estados fronterizos) e incrementó IEPS a comida chatarra y refrescos que provocó la ira de BIMBO, FEMSA y PEPSICO; lo más espectacular fue la reforma de telecomunicaciones que puso fin a la preponderancia de TELMEX (al monopolio pues), así como el apagón analógico que obligó a abrir la televisión y la radio, logrando con ello que Slim y TELEVISA perdieran ente las dos casi 40 mil millones de dólares en el valor de sus empresas; y para rematar en febrero de 2014 detienen al capo más anhelado, el “chapo” Guzmán.

La reacción fue violenta y todos los frentes abiertos desataron una guerra brutal contra la presidencia de la república y sus aliados, Peña Nieto junto al PAN y el PRD, coautores del Pacto por México y las reformas estructurales.

Muy caro pagaron el precio, tanto que la primera bomba que explotó fue en la cara del PRD, en Ayotzinapa, Guerrero, que dinamitó a ese partido sin que sus líderes pudieran salir de la trampa, resultado triturados y aplastados políticamente con más de un millón de spots de radio y televisión en su contra en los seis meses siguiente a ese suceso.

Y al presidente Peña Nieto, lleno de soberbia y sin comprender la obra política que venía construyendo, le ganó la frivolidad del poder dando rienda suelta a la corrupción de todas sus congéneres políticos, dentro y fuera del gobierno, tramándole también en el 2014 el escándalo de “La Casa Blanca”.

Desde fines del 2013 y principios del 2014, cuando concluyeron las reformas estructurales, los campos ya estaban minados y la guerra se había desatado, tanto que el 2015 explotó todo el aparato de inteligencia y seguridad del país con la segunda fuga de Joaquín Guzmán.

El paraíso del 2013 se había convertido en un infierno que apuntaba hacia el 2018 en ese choque de trenes que nunca llegó y significó que los afectados por las reformas estructurales y la política en general del gobierno de Peña Nieto habían construido un gran bloque de poder que arrodilló políticamente al presidente y lo obligó a pactar.

El PAN y el PRD habían sido los aliados de aquellas reformas, por lo que no eran opciones políticas y el PRI estaba en manos del presidente ¿Qué salida quedaba? El gran acuerdo con MORENA y AMLO que significó construir un nuevo discurso para AMLO de “paz y amor” al extremo de que todo parezca políticamente hablado más a romance que otra cosa.

El “choque de trenes” se disipó, el acuerdo de las élites de poder se impuso y de nuevo la república sigue cabalgando en el lomo de la oligarquía y la nueva servidumbre política, aunque muchos piensen  en una gran victoria popular y un tsunami de cambios en el país como la famosa cuarta república que tanto ha anunciado López Obrador.

Pero paradójicamente hoy tenemos el riesgo de una regresión mayúscula porque esa abrumadora victoria electoral puede convertirse en la reproducción de un nuevo partido de Estado que elimine los contrapesos y equilibrios para terminar con un nuevo PRI, reconvertido y potenciado. El PRIMOR, como algunos le llaman ya.