UNIVERSITARIOS CANDIDATOS AL PED

G. Gastélum

28 octubre 2020.-  Atletas y entrenadores ligados a la Universidad Autónoma de Sinaloa – son candidatos sólidos en miras de ganar el premio estatal del deporte de Sinaloa que otorga el instituto sinaloense del deporte cada año.

En la modalidad de atleta convencional, los seis atletas propuestos estuvieron o están en la Universidad Autónoma de Sinaloa, se tratan de Luz Daniel Gaxiola (ciclismo), fue egresada de la facultad de educación física de la UAS, Yareli Salazar (ciclismo) estudia la licenciatura de idiomas, José Luis Rubio (voly de playa) también en la facultad de educación, Anahí Lizárraga (softbol) estudia arquitectura en la UAS, así como los gimnastas Carlos Agustín Uriarte y Giovanna María Inzunza.

En la categoría de atleta paralímpico, de los seis atletas postulados, tres están en las filas de la Universidad Autónoma de Sinaloa: el atleta sordo, Francisco Ibarra, así como los atletas débiles visuales: Jesús Manuel Martínez y Jorge Benjamín González.

Mientras que en la modalidad de entrenadores paralímpicos. Cuatro de los cinco candidatos al premio estatal del deporte, acreditaron haber sido egresados de la Facultad de Educación Física y Deportes de la UAS, ellos son: Iván Montoya, Jorge Luis Salazar, Juan Antonio Castellanos, Reymundo Calderón.

Finalmente, de los cuatro entrenadores del deporte convencional que aspiran a ser ganadores del premio estatal del deporte, 2 de ellos están activos como entrenadores de nuestra máxima casa de estudios. Ellos son, Ana maría Quintero, de la disciplina de gimnasia y Joaquín Rojo de Tae kwon do.

“Seguimos con el apoyo de la UAS”: Benjamín González.

G. Gastélum

27 de octubre 2020.-Pesé a la crisis que vive el país en diferentes rubros, donde se incluye al deporte en general, el atleta universitario, Jorge Benjamín González aclaró a este medio que por parte de la Universidad Autónoma de Sinaloa, siguen los apoyos.

“Seguimos con el apoyo de la Universidad Autónoma de Sinaloa, del cual estoy muy agredecido con el Rector, Juan Eulogio Guerra Liera, quien siempre ha sido sencible para el apoyo a los atletas  y también con José Guadalupe Pérez Reyes, director de deportes en la UAS”, señaló el velocista.

En otras palabras dijo que se suspendieron fideicomisos de gobierno federal donde se vieron afectados los atletas, pero que espera pronto se resuelva porque es importante para seguir preparándose, esto a través del fondo para el deporte de alto rendimiento, Fodepar, que parece esta en legislación para manejar los recursos con otras políticas que permita el recurso llegue directo a los beneficiados.

Mientras tanto, el instituto sinaloense del deporte, sigue apoyandolo con una beca mensual, sin embargo, Benjamín agregó que donde no han visto luz verde para atletas convencionales, paralimpicos, entrenadores y promotores, es a través del instituto municipal del deporte y la cultura física donde tienen más del año sin recibir apoyo por parte de las autoridades a diferencia de Mazatlán donde el municipio está colaborando con sus atletas.

Mientras todo se resuelve, González sigue entrenando en las instalaciones del parque 87, esperando que el próximo año salgan los recursos y eventos deportivos de cara a Tokio 2021.

Capítulo 5

Víctor J. Pérez Montes

¿Qué debiera decir?, ¿Qué fronteras debo respetar?

Sí alguien roba comida, y después da la vida, ¿Qué hacer?

¿Hasta dónde debemos, practicar las verdades?

Playa Girón

Silvio Rodríguez

Capítulo V

Era algo así como las 6:45 p.m., una de esas tardes porteñas lluviosas. Estaba muy nublado, con un aire de frescura del mes de noviembre. Las calles del Centro, como siempre se inundaban, y claro, el caos en esa parte de la ciudad no se dejaba sentir.

Por la calle Leandro Valle, hacia el antiguo Barrio de las Calaveras, se divisaba una antigua bodega de color entre azul y verde turquesa, con tonalidades blanquizcas, que daban muestras del salitre propio del puerto, que en sus partes más al ras del suelo, se podía observar el desgaste de las grandes paredes.

Al interior de dicha bodega, se podían observar viejos camiones de transporte de material y algunas lanchas en proceso de reparación. En la entrada del portón de la misma, había un viejo letrero que decía. “Cooperativa del Pacífico, S.A. de C.V., alrededor del lugar, había algunas cantinas viejas y no podía faltar el clásico billar “Montecarlo Pool Club”, un especie de cementerio viejo del proletariado porteño, entre los camaradas se hacían llamar “los de la vieja guardia”.

Al interior del billar, el ambiente era algo diferente. El aroma era el resultado de una mezcla de sal, cerveza, un toque de tabaco, con su respectivo olor a sudor añejo. Mi primera impresión de esos lugares, nunca fue la más grata, pero, el pinche Chale era un topo, que se metía –y sabía- dónde encontrar lo inesperado, o como él decía “el Diamante en bruto”. Y definitivamente, él tenía un gran talento para ello.

Entre la bodega, las cantinas ruidosas y el viejo billar, existía una marcha muy activa de gente de todo tipo: desde los clásicos albañiles, los pescadores, trabajadores de los muelles – o el “muey” como ellos le decían-, soldadores, alijadores y demás oficiales de los astilleros, si dejar de mencionar, a las meseras y prostitutas que rondaban la zona.

Una mezcla de risotadas, gritos ahogados por el alcohol, el choque de las botellas y los vasos de cristal, eran parte del sonido que ambientaba todo aquel espectáculo de humanidad y deseos. De pronto, el ruido de unas botellas que se estrellaban en el suelo. Los gemidos de dolor y del aparatoso ruido de las puertas que se abrían de par en par, de la Cantina “El Tigre ahogado”. Con gran gusto y asombro, pero, a la vez con cierto temor, el Chale exclamaba: “¡Ahí está!, ¡Ya lo encontramos!

En el piso, en el medio de un charco de aguas negras, estaba semi inconsciente un hombre, con su pómulo abierto, la sangre le brotaba a chorros. Ésta se mezclaba con el agua estancada y el olor fétido del drenaje de la zona, y como un tigre sobre la presa, ahí estaba como una máquina de lanzar golpes, nuestro hombre: Adolfo “Fito” Osuna.

Las meseras gritaban desesperadas, histéricas al ver tal espectáculo. Unos hombres se apresuraron a apartarlo. La mirada del “Fito” era una mezcla muy rara entre odio, orgullo, satisfacción, pero sobre todo, se podía ver que no era sólo por el dinero, o por hacerles ver que era el mejor, había un sentimiento de rabia que no entendíamos en ese momento; después lo entenderíamos.

El Chale le agarría la mano derecha y levantándola en el mismo instante y con voz de anunciador de la cancha “German Evers”, anunciaba el contundente triunfo, con voz triunfal, como si hubiese ganado el campeonato mundial de boxeo. A los segundos, llegaría Refugio “Cuco” Lizárraga, y con una cara de desagrado, o más bien, de amargura, llegaba con los billetes en la mano y le diría al “Fito”:

-Aquí están tus pinches cuarenta pesos ¡Cabrón!, ¡ni pa´ joto lo dejaste güey!, y ahora ¿Cómo le voy a hacer pa´ sacar pa´ las apuestas, ¿eh? ¡Ya ni la chingas, pinche Fito cabrón!

-¡Ya te dije pinche panzón! Sigue apostándole a los putetes y vas a perder hasta el culo, pinche gordo joto! ¡Pero ahí tu sabes!, ¡Si te gustan esas puterías!

-¡Pinche Fito!, ¡No tienes madres güey! Replicó Cuco Lizárraga, y así como llegó, se regresó a la cantina, entre maldiciones y ademanes con sus brazos, en fin, era muy obvia la frustración que este hombre sentía en esos momentos.

¡Eres un cabrón! Dijo el Chale, expresando en su cara satisfacción y gran orgullo por la amistad que tenían.

-¡Órale pinche Chale!, ¿Onde te habías metido cabrón?

-¡Pos nada güey! Aquí visitando a los “Champions” del futuro

-¡Aaah, no seas mamón!, ¿Qué jais güey?, ¿Qué quieres?, ¿En qué tranza andas pinche joto?

-¡Uuuy! ¿Qué no puede uno venir a saludar, y pistear con nuestra joven promesa del pugilismo  patasalada?

-¡No pos!, ¡Eso si!  Y al unísono, soltaron ambos la carcajada.

-¡Ándale pinche Chale!,¡Vente!,¡Vámonos a chingar unas Pacíficos, con unas mojarras bien frititas con salsita picosa, ¡ Y ahí me dices, qué tranzas me propones cabrón!

De pronto, esa cantina era el escenario perfecto. El reencuentro de años de distanciamiento, de malos entendidos y rencores. Era tiempo de fortalecer la hermandad y  hacer las paces. Nunca hubo tanta calidez y  tranquilidad una cantina para estos dos tipos, que no sabían encontrar la serenidad y confianza en un mudo que solo les había enseñado a maltratar y dar lo peor. Pero, ¿Cómo se habían conocido estos dos hombres?, la respuesta a continuación:

Iba a toda velocidad, la respiración era agitada, corría por toda la calle 21 de Marzo cuesta arriba, en la mano llevaba un pollo, el botin de un puesto del mercado “Pino Suárez”. Unos policías corrían tras del ladrón, era un chamaco de diez años, descalzo, sucio, pelirrojo con el pelo largo, descuidado totalmente.

Su vestimenta era una camiseta percudida color azul, con un dibujo del “Snoopy” en el pecho -ya bastante desgastado-. Los pantalones de mezclilla totalmente deslavados, rotos especialmente en las rodillas. Era flaco, pecoso, de color claro, llevaba una mueca de satisfacción, sus sentidos estaban avivados, era como un lince con su presa en el hocico.

¡Párate pinche chamaco cabrón! Gritaban los policías, unos tipos panzones que lejos de alcanzarlo, cada media cuadra se tenían que detener a tomar aire con la boca, y que a la vez, vociferaban maldiciones a ese niño, que era como un personaje salido de una novela de Charles Dickens, -que por cierto Doña Eufrosina me puso a leerlos cuando vivía con ella en Acaponeta-.

Corría como buscando la libertad. Sus mejillas coloradas por el extenuante esfuerzo, era testigos de la habilidad y condición de ese chamaco. A lo lejos, se alcazaba a divisar una casucha de madera, con una luz tenue. Al interior estaba sentada una anciana, su nombre Doña Toñita Peraza, todo mundo pensaba que era su abuelita, ¡Pero no!, era una señora que lo había recogido de la calle cuando tenía 3 años.

Lo había encontrado buscando algo que comer, entre la basura de los puestos del mercado “Pino Suárez”. Ella nunca había tenido hijos y nunca se había casado. Algunas personas decían, que cuando era joven vivió un tiempo en Nogales y que se había dedicado a la “vida galante” y que cuando había regresado a Mazatlán, ya no le interesaba el matrimonio.

Sin embargo, Doña Toñita, siempre mencionó que cuando lo vio buscando entre la basura y desperdicios del mercado algo para comer, sintió una ternura que jamás había experimentado en su vida. Supo en ese instante que al fin, Dios le había concedido a un hijo. Los rezos que por mucho tiempo había brindado en la Catedral -de la Inmaculada Concepción-, en el puro Centro de la ciudad, habían sido escuchados al fin.

A partir de ahí, Doña Toñita se convirtió en la abuelita Toñita.  Aquel “güerito” pecoso, ya no andaría solo. Durante los siguientes 13 años, esa señora fue su madre, pero sobre todo, el apoyo incondicional a todas las ideas locas que éste chamaco se le irían ocurriendo de vez en cuando.

-¡Abuela!, ¡Ya conseguí pa´ tragar!

-¿Y ahora qué hiciste  mijo?

-¡Pos nada abue! Lo que pasa es que el pollo, ya llevaba 3 días, y pos me dio cosa que se echara a perder, ¡Y pos lo agarré! Y me vine pa´ la casa. Al rato le traigo unas papas y zanahorias. Usted no se preocupe abue, todo va a estar bien.

-¡Ay chamaco del demonio! ¿Te lo robaste chamaco cabrón?

-¿Qué pachó abue?, ¿Cómo que me lo robé? ¡No viejita!, lo que pasó es que cambió de dueño, es más, pobre pájaro, se iba a engusanar, y de que se engusane y lo tiren, mejor nos lo comemos y nadie sale perdiendo.

Salió el Fito de aquel cuartucho. Doña Toñita solo se quedó pensando, y diciendo para sus adentros: ¿De quién sacaría este chamaco lo cabrón que es?, pero a la vez, la cara daba muestras de satisfacción y ternura, con un leve movimiento de negativa por parte de Doña Toñita.

Sin embargo, era solo una manera de dar la amplia aprobación a los “actos ilícitos” de ese chamaco, que solo el destino diría el final de esa carrera delictiva, que con los años se iría formando, no solo por gusto, en ocasiones por que no había otra forma de salir adelante y otras por el gusto de la aventura, por lo que el Fito siempre decía: La vida mala, no siempre era tan mala.

Doña Toñita siempre comentaba: A veces, este chamaco llegaba con fruta, carne o pescado, a veces con comida preparada, a veces con dinero. Yo le decía: ¡Fito!, ¡No quiero que le andes  robando a la Gente! Fito solo bajaba la cabeza, y con expresión de devoción y respeto decía: ¡No se preocupe abue!, ¡Todo va a salir bien!

Un día al Fito se le ocurrió ir a robar a un viejo gimnasio por la calle Antonio Rosales. El resultado de aquella fechoría malograda, fue que el dueño del gimnasio, le metió una friega de “perro bailarín” a puro manguerazo limpio. Una verdadera “pela” con tintes dramáticos e inolvidables. De esas “chingas” que dejan huella.

Nomás se escuchaban los gritos y llanto de terror. El Fito suplicaba que lo soltara y ya no lo golpeara: ¡Aaaaay!, ¡Ya no por favor!, ¡Ya no me pegue!, ¡Le prometo que ya nunca me va a ver por acá!, ¡Ya no le voy a robar jamás!

El profe “Chano” Beltrán, solo le decía: ¡A ver si después de esta pinche chinga, te vuelves a meter chamaco pendejo!, ¡No llore como maricón!, ¡Aguante como los machos!, ¡Pinche chamaco cabrón!, y al mismo tiempo, las súplicas esforzadas y repetidas de Fito para detener tal calvario, que al parecer, se perdían en un vacío dentro de aquel viejo y sucio gimnasio.

A lo lejos, se podía observar los muchachos que iban a entrenar. Algunos apáticos seguían sin menor interés a lo que sucedía. Algunos otros, solo externaban con muecas de desagrado, tal espectáculo de dolor; los menos, sólo hacían gestos de gusto y risas de burla ante el dolor de aquel imprudente chamaco de escasos 12 años.

Cuando de pronto, uno de aquellos jóvenes le gritó al profe Chano: ¡Épale!, ¡Ya pérele!, ¿No?, ¡Ya estuvo bueno!,¡Pinche viejo culero y abusivo!, ¡Sí nomás agarró el chamaco, dos pinches peras más viejas que la chingada y una cuerda pa´saltar!, ¡Ni que se hubiera robado el pinche ring! ¡Pinche viejo cabrón!

-¡No te metas pinche Mota!, ¡Este pinche chamaco cabrón va a aprender! Replicaba de manera violenta el profe Chano Beltrán, mientras seguía sosteniéndolo del cuello de la camiseta y el Fito lloraba ya sin muchas fuerzas y esperanzas de zafarse de su verdugo.

De pronto, el profe soltó al Fito,  y de inmediato, éste corría y se ponía a espaldas de Mota. Ya teniendo bajo su protección al muchacho golpeado, Mota de manera retadora, apuntándolo con el dedo, le advertía de la siguiente manera: ¡Ya me chingaste la vida, pinche viejo culero, no te voy a permitir, que se la chingues a este chamaco, ¡Escuchaste!

El profe Chano Beltrán, solo guardó silencio, se dio la media vuelta y se encerró en su oficina, había algo que todo mundo sabía, pero, que nunca lo hablaban. ¿Cómo era posible, que el mejor pupilo del profe Chano, le hablara de esa forma y lo odiara tanto? Después sabríamos la respuesta.

El nombre de ese benefactor –anónimo hasta en esos tortuosos momentos- era Julián Mota Zúñiga, por alguna rara razón, expresaba un resentimiento muy fuerte hacia su entrenador, el mismísimo profe Chano Beltrán. Y las razones no eran pocas. Algunos decían que el profe Chano, fue para el Mota un padre. Lo cuidó, lo alimentó y lo entrenó como nunca había entrenado a otro pupilo.

Este sentimiento de odio y mucho rencor, no era espontaneo. Un año atrás, el Mota había sido clasificado, para pelear por el título en los pesos Welter, pero, la historia –ese maldito fantasma llamado historia, que surge como monstruo voraz, y que destroza con sus fauces, los sueños y anhelos de lo que los mortales consideramos justo- se repetiría en el Mota.

Se necesitaba subir a otro, y el Mota, no sería ese “otro”. El Mota, sólo sería un trampolín, para que el “Guacho” Romo pudiera ser campeón. La pelea estaba arreglada. El tercer round era lo convenido para que de manera sorpresiva y con un “uppercut” quedara tendido en la lona. –Por supuesto que toda esa información se le daría a nuestra joven promesa del pugilismo patasalada, unos minutos antes de subir al ring-.

-¡Ni madres!, ¡Yo no soy su pinche títere! Le gritaba el Mota al profe Chano Beltrán. ¡Usted sabe profe, lo que me he partido la madre, para tener una oportunidad como ésta!, ¿Y  para qué me salga con esta chingadera? ¡No tienes madres pinche Chano!

Serio y con el rostro desencajado, el profe Chano Beltrán, con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos, le daba sus razones: ¡Julián!, ¡Tú sabes que te quiero como a un hijo!, ¡Pero entiende!, ¡No hay otra alternativa!, Tú eres un campeón nato, naciste para esto, pero, al Guacho lo respalda la Comisión de Boxeo. Ellos son los que mandan, pero, dicen que te esperes el próximo año y chance te clasifican y peleas por el título, pero en Hermosillo, ¿Cómo la ves?

-¿Y tú crees que el próximo año me van a dar la chance?, ¡Ni madres!, ¿Cuánto te dieron para que yo me deje pegar por ese pendejo?,¡Dime cuánto! El Mota hacía el cuestionamiento directo, pero a la vez,  con ganas de no saber. El profe Chano, solo bajó la mirada, no hacía falta ser tan explícito, la pelea estaba vendida.

Afuera de los vestidores, el ruido era ensordecedor. El pasillo entre vestidores y el ring, parecía un pequeño manicomio; entre rechiflas, aplausos, gritos de ánimo, palabras malsonantes, todo aquello era la réplica del carnaval del puerto. Había confeti, papeles de colores, las cornetas sonaban, bueno era una verdadera fiesta alrededor de la pelea.

Todo mundo quería estrechar el puño del “próximo campeón”. Algunos gritaban: “¡Chíngatelo pinche Mota!” otros gritaban: ¡Cabrón, eres nuestro campeón!, ¡Gánale al joto del Guacho! Aquella algarabía era literalmente un carnaval en la cancha Germán Evers.

El Mota empezaba a caminar. Atrás de él, estaba el profe Chano y su ayudante. Parecía que la mente del Mota estaba en un trance total. Todo aquel alboroto, no lo distraía. Su mirada reflejaba una ausencia en el momento y el lugar. Todos los que podían acercarse, lo palmeaban por la espalda y le daban ánimo.

Toda la barriada de la famosa “Ciudad Perdida” estaba en la cancha. Literalmente la colonia entera se había volcado a apoyar a su campeón. Era la noche de Julián Mota, era por lo que había trabajado tan duro toda su vida. Lástima que toda esa Gente no lo sabía.

Al finalizar la presentación del Guacho había sido escueta, pero, la verdadera ovación fue monumental cuando el presentador  inició diciendo: Esta noche presentamos a un verdadero hijo del pueblo, un mazatleco de corazón, con 64 kiloooos, invicto con  23 peleas, 20 por knock out y 3 por decisión: Juliaaan “eeel Motaaa” Zúñigaaa. Y el volcán explotó. Aquello solo era júbilo y gran alegría. Al fondo la Banda tocaba el corrido a Mazatlán, los corazones parecía salirse del pecho.

Se iniciaba la contienda. El Mota tomaba la iniciativa, con fuerte combinación de rectos en el primer asalto. La cara del Guacho empezaba a dar muestras de que el titulo era algo de seriedad y no sería tan fácil, ni menos por “de fault”. El primer round culminaba, y la fanaticada gritaba de emoción, su héroe parecía acariciar el título de campeón.

Era una fiesta anunciada. Por fin, alguien de quien sentirse orgulloso, salido de aquel cinturón de miseria, de aquella barriada en la que solo había violencia y mugre. Al fin poder decir, que un hijo de la Ciudad perdida, era u triunfador, pero, todo parecía que eso no iba a suceder.

El segundo asalto iniciaba. El Mota salía como un tigre sobre su presa. Aquel asalto parecía que definiría todo. Era impresionante la forma como se movía, definitivamente aquello era muy obvio. El triunfo estaba en su bolsa. Sospechosamente Don Chano Beltrán, no gritaba las indicaciones, o el cambio de golpes o algo que necesitara su pupilo en el cuadrilátero para finiquitar la contienda.

Pero más extraño, parecía que el Mota, no conectara ningún golpe contundente. Siempre faltaba un golpe certero que definiera con júbilo la victoria merecida para él, y para todos. Y de pronto, el golpe de la campana anunciaba el final del segundo asalto.

Inmediatamente subía la guapa edecán, anunciando el inicio del tercer round. A la vez, que ella miraba con ojos de deseo y guiñándole su ojo izquierdo, le anunciaba al Mota, que algo más habría para el final de la contienda, pero, eso nunca iba a pasar.

Se iniciaba el tercer round. Aquello era inimaginable. La condición física y anímica del Mota era superior al del Guacho. El baile de piernas y el cabeceo defensivo eran verdaderamente espectaculares de un gran peleador. Cuando de un instante a otro, el Guacho iniciaba su ataque, el Mota quedaba atorado en una de las esquinas, en donde el intercambio era intenso.

Aquello era un intenso intercambio de golpes, ambos peleadores externaban que se les dañaban la integridad física. Cuando sorpresivamente, un “upper cut” para bien o para mal, asestaba contra la mandíbula izquierda del Mota. Aquello parecía lo imposible. De inmediato, nuestro frustrado campeón Julián Mota Zúñiga se desplomaba sobre la lona de inmediato.

Los gritos de sorpresa y horror no se dejaron esperar. Desde las tribunas más altas de la cancha, empezaron los insultos y las rechiflas. Las mentadas de madre y el tirar cuanto objeto se tenía a la mano, por parte de los espectadores, inició de inmediato.

Todo mundo empezó a gritar “fraude”, “vendido”, “pelea vendida”. Otro grupo de aficionados, empezaron a correr hacia la taquilla, y con palos empezaron a romper los cristales y exigían la devolución de las entradas. Aquello empezó a ser un caos total.

Llegaron unos policías, y no pudieron contener aquella vorágine de odios y resentimientos acumulados. Era un verdadero zafarrancho. Volaban las sillas plegables, las botellas volaban de un lado a otro. Había Gente descalabradas, había sangre por muchos lugares. Aquello era espantoso.

Mientras tanto sobre el ring, la humanidad del Mota estaba tendida sobre la lona. Sus lágrimas de rabia e impotencia, se entremezclaban con el sudor de su frente. El referí iniciaba la maldita cuenta: 5, 6, 7, 8, 9, ¡Fuera! Sonaba la campana y el sueño se esfumaba dolorosa y cruelmente.

Al profe Chano sólo se le veía con los ojos rojos y húmedos, vociferando en voz baja: ¡Valió madres! El Mota, poco a poco se recuperaría, y con la ayuda del aguador, lo llevarían a los vestidores. Los fanáticos le gritaban de todo: ¡Vete a la mierda pinche rajón!”, “rata vendida”, “maricón rajado”, “pinche Mota puto”, en fin, aquello era un concierto de improperios digno del infierno.

Salir de aquella marejada tempestuosa de humanidad fue toda una hazaña. Llegó la policía con más elementos, y con la clásica macana en mano y gas lacrimógeno, empezaron a dispersar a la multitud. Llegaron 3 ambulancias de la Cruz roja, listas para llevar y ayudar a los heridos. Julián tuvo que salir en camilla –fingiendo desmayo- para no ser víctima del linchamiento al que seguramente le esperaba. El profe Chano recibiría un botellazo que le partiría la ceja y sería atendido por los paramédicos a las afueras de la cancha Germán Evers.

Aquella noche de ser una fiesta y pura alegría, se convirtió en dolor, llanto y rabia ante la impotencia de ver frustrado el sueño, de coronar como campeón a Julián Mota. Un verdadero campeón sin corona.

Pasaron los días y los meses. Todo mundo veía a Mota con repudio. Aquellos que lo saludaban con gusto, dejaron de hacerlo. Su novia misteriosamente “consiguió”  un nuevo trabajo en la ciudad de Guadalajara. Mucha gente pensó que se regresaría a su pueblo natal, por allá en Chacala en el estado de Durango, pero, para su sorpresa, el amor al boxeo era mayor.

Julián, terminó como ayudante del profe Chano Beltrán. Él se encargaba de limpiar los baños, ordenar el equipo de entrenamiento, y de formar a los más jóvenes. Verdaderamente era una lástima ver como aquel “campeón sin corona”,  y sin título que ostentar, terminaba su carrera de invicto en los bastidores de un viejo gimnasio, solo, humillado y olvidado por los suyos.

El dolor que expresaba el Mota, era por no haber salido de la ratonera, y no haber tomado el camino de la gloria en el pugilismo, y retribuir algo al gimnasio que lo vio nacer, a la gente que lo había formado. Pero, así son las cosas, y ese era el por qué de la enorme rabia de Julián hacia su entrenador el profe Chano Beltrán.

Aquella tarde no sería casualidad, que el Mota, “salvara” al Fito, Julián veía al Fito como el pretexto ideal para redimir su culpa, y la forma era entrenando a ese chamaco pelirrojo con una gran determinación, pero ahora sí, se tenía que formar a un campeón. Desgraciadamente eso tampoco sucedió. Nuestro amigo Fito usaría los puños para otros fines y no los deportivos. Simple y tristemente así sucedió.