DOS A LA SEMANA ¿QUÉ SIGUE? ¡LA MUJER BARBUDA!

La primera vez eres víctima,

la segunda vez eres cliente.

Jorge Eduardo Aragón Campos

Lo peor que se puede decir de Xóchitl Gálvez, es que pertenece a la clase política mexicana desde hace 4 sexenios, mientras que lo mejor que tendríamos para señalarle, es que pertenece a la clase política mexicana desde hace 4 sexenios.

Antes que nada, vamos diciéndolo con franqueza: es falsa la narrativa que el mismo MoReNa ha contribuido a crear, donde quienes la desaprobamos somos un sector más cultivado, porque somos aspiracionistas y hemos abjurado de nuestra noble cuna pobre, mientras que ellos son una horda salvaje, semicanibal y orgullosamente terraplanista. Volvamos con Xóchitl.

A mí también me encantó ver tragar camote al presidente, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, y discúlpenme, pero Xóchitl no está enfrentando a Churchill… ni el pleito es por el pueblo inglés, por lo mismo les recuerdo que ya nos vieron la cara un ranchero lenguaraz y un bombón analfabruto para el colchón, por lo mismo quiero ser insistente en afirmar que sí tiene su mérito el haber flotado apenas por arribita durante estos 4 sexenios, es una señal de mesura, sin duda, y otro punto bueno es que también transitó por más de un cargo sin escándalos, pero creo que ocupamos a alguien más calificado para el puesto, y si me contestan -porque los conozco- que cualquiera es mejor que el actual, pues entonces con mayor razón necesitamos a alguien muchísimo más capaz, porque como suele ocurrir, estos pocos días que lleva la xochimanía han sido suficientes para revelar más de una limitante de la precandidata: ahora que se alejó más alto de su línea de flotación, la sobreexposición le da más luz y se vuelven visibles las costuras,  que se mantienen invisibles sólo para quienes no las quieren ver.

El medio es el mensaje. Lo ruidoso de su éxito no es tanto por su éxito en sí, sino por lo sorpresivo, y esto es porque todos saben quien es pero nadie la conoce. No pretendo ningunearla pero tampoco le voy a dar alas ¿La hemos tenido frente a las narices desde hace 24 años y ninguno de nosotros la vio venir? Oigan ¿A qué estamos jugando? No lo voy a negar, tiene su lado seductor el tomar la contienda como una deleznable lucha en lodo entre un ruquillo crápula contra una doñis gordita semi new age, pero ahora esos entretenimientos -ya sin El Santo ni Jorge Rivero en el reparto- no dan para mucho, sin dejar de mencionar que los niveles de atención que les ponemos, y de importancia que les damos, nos evidencian más a nosotros que a ellos.

Que Xochitl Gálvez logre llegar o no a la presidencia, pertenece al mundo de lo posible y ahora también al mundo de lo probable, pero lo mismo se puede afirmar sobre las aspiraciones de Claudia Scheinbaum, Marcelo Ebrard, Santiago Creel, Beatriz Paredes… y ese… es pedo de ellos, porque el de nosotros radica en que sea quien sea el triunfador, en el mejor de los casos el próximo será otro sexenio perdido: por lo que estamos viendo, a lo que aspira el sector ilustrado es a romper las cadenas que lo atan al atolito blanco con el dedo, para ir a ponerse el grillete del atolito de Maizena con el dedo. Del “ahora vamos a robar otros”, no vamos a pasar ni siquiera al de “Ahora vamos a robar menos”, de mí se acuerdan. Les aclaro que no es reclamo ni regaño, sino más bien señalo una ventana de oportunidad: queda a la vista que nuestras discrepancias no pasan de la capa cosmética, lo cual nos dice que la polarización que estamos viviendo es más artificiosa que real. Debe ser relativamente sencillo, encontrar puntos de coincidencia entre la ciudadanía que sirvan para ir creando una nueva agenda pública más apegada a la realidad en que vivimos los mexicanos de a pie, aunque aceptando que todavía resulta más sencillo seguir esperando por una nueva aparición de la virgen de Guadalupe que venga a ponernos en orden; la narrativa sobre un crisol de razas y culturas que dificulta el entendimiento y los acuerdos entre los distintos méxicos, ya no opera en esta nueva época (si es que alguna vez operó) donde somos una sociedad más homogénea de lo que solemos aceptar, semejante a la descrita por García Márquez en una de sus obras, donde la diferencia principal entre conservadores y liberales es que unos van a la misa de seis y los otros a la de ocho.

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