Por Solón y Licurgo
*Congreso: calabazas y bules no terminan por acomodarse
*Sentido homenaje del Congreso a Jorge Medina Viedas
*La presencia de las ausencias en el homenaje
A dos meses y medio de iniciada la 63 Legislatura, las calabazas y los bules no acaban por acomodarse. La curva de aprendizaje del nuevo bloque hegemónico, el grupo mayoritario, empieza a prolongarse más allá de lo que puede considerarse normal en el horizonte temporal: no alcanza a internalizar el enorme poder conquistado, y parece estar más dispuesto a dilapidarlo que a utilizarlo para encabezar las transformaciones que ellos consideran prioritarias, o buscar acuerdos con sus adversarios para empujar juntos los cambios que reclama Sinaloa.
Lo que hace unos meses, después de la apabullante victoria conseguida en las urnas, aparecía como un formidable bloque monolítico, empieza a mostrar su real naturaleza. Las viejas tribus que desfondaron al PRD se han trasladado al nuevo partido gobernante con los reajustes y reacomodos inevitables del tránsito. Quien apareció de pronto como el nuevo factótum de la política sinaloense y, en consecuencia, candidato natural a la gubernatura para dentro de tres años, resulta que siempre no es el indiscutible líder partidista en Sinaloa, sino que se ha instalado una especie de triunvirato que decide el rumbo: Rocha, Montes y Mier. Los “morenistas mas priistas”, diría nuestro amigo Jesús Rojas Rivera. Adicionalmente, están otras coordenadas en la política estatal: Jesús Vizcarra y Jesús Aguilar Padilla, tándem que trabaja afanosamente para Morena, y que en principio estaría ya trabajando para engordar el caldo al ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y ahora presidente de la Comisión de Educación en el Senado de la República.
En este escenario, muy movido, con muchos otros actores que ahora no tomamos en consideración, se mueve una parte importante de la nueva clase política que ha tomado las riendas del poder político en el Congreso del Estado. En materia legislativa, esto es, en propuestas de cambios a leyes, reglamentos, normas y disposiciones jurídico-administrativas diversas, no dan pie con bola, pero en materia de disputas internas, empiezan a llevar la caldera a un muy alto grado de ebullición. La ausencia de un liderazgo sólido, la falta de cohesión en sus filas, la carencia de espíritu de cuerpo, así como “legisladores” que no entienden ni la o por lo redondo, han desatado críticas, ambiciones y pleitos que no tardan en estallar.
Y fíjese nomás lo que son las cosas: la cruzada –porque eso es— que ha emprendido el liderazgo de Morena en el Congreso, y que desde el principio hizo crujir toda la estructura, es decir, la austeridad republicana, no cayó nadie bien entre los legisladores de su propia corriente. En primer lugar, porque no se les tomó en cuenta para estructurar un mínimo consenso, y en segundo porque se ha advertido que en esto de la “pobreza franciscana”, no todos los diputados son iguales o, si se quiere, hay algunos diputados más iguales que otros. Y eso, por supuesto, no ha gustado. En estos días se habrá de poner el tema “en público de la gente”. Aquí, en este espacio, sólo lo adelantamos.
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Pero al margen de estos asuntos prosaicos que solo advierten la pobreza de la nueva clase política –de alguna manera hay que llamarle– la semana transcurrida inició con un buen mensaje: la mesa redonda convocada por el Congreso del Estado en homenaje al ex rector de la UAS, Jorge Medina Viedas. Ahí participaron Ronaldo González Valdez, Rodrigo López Zavala y Carlos Calderón Viedas, así como el diputado del PRI, Sergio Jacobo Gutiérrez, quienes ponderaron el legado universitario del que sigue siendo considerado el mejor rector que ha tenido la máxima institución de cultura del estado en mucho tiempo. Tocó clausurar el acto a Jesús Enrique Hernández Chavez, quien se olvidó de su misión, pero lo compensó contando una anécdota que rompió un poco con la atmósfera de seriedad y distendió el ambiente. Ya tendrá oportunidad el ex dirigente del Congreso local de contarla de nuevo. En seguida, van algunos de los planteamientos de los participantes.
Ronaldo González Valdez: “El legado de Jorge Medina Viedas encierra una lección que no debemos olvidar: no llamar a la nostalgia romántica de los tiempos idos del combate en la calle y el fraseo revolucionario en el aula, sino evitar pensar en los extremos del antiproductivismo o el funcionalismo cerril rendido a los indicadores e índices en boga. El legado de Jorge Medina es una convocatoria a ser más equilibrado, menos desmesurados, más medidos, menos pretenciosos y grandilocuentes, más universitarios comprometidos con su realidad y su tiempo, menos universitarios por querer destruir a la Universidad o venderla al mejor postor, más, simplemente, más universitarios”.
“Jorge Medina, ya como rector, en el periodo 1981-1985, no solo lidió con la agresión del gobierno estatal de Antonio Toledo Corro, cuyo desenlace es bien conocido, sino que tuvo que enfrentar, además, a las fuerzas de la propia izquierda partidista y el sindicalismo universitario, particularmente en su sección de académicos, para impulsar las reformas que, condensadas en el tema de ‘Nueva Universidad’ tenían el propósito de devolverle a las funciones sustantivas de la Universidad su carácter de tales (es decir, de ‘sustantivas’): PUD, creación de la CGIP, la CEUDIC, entre otras iniciativas”.
Rodrigo López Zavala, dirigente del sindicato de trabajadores académicos en los tiempos del rectorado de Medina Viedas: “Lidiar con todas las corrientes universitarias en una universidad altamente politizada siempre fue un dilema para Medina; mediar entre su concepto de universidad como modelo académico y las presiones de los grupos por lograr concesiones y así consolidar los microespacios de poder en las escuelas y facultades, siempre era precedida de un acto apasionado y cuestionador de las demandas de los “movimientos de masas” que, siendo respetuoso de su derecho a manifestarse, se resistía a conceder cuando esto afectaba los fines de la Universidad”.
Fijémonos en estas dos perspectivas analíticas: “lidiar” es el verbo clave. No solo con Toledo, sino con la propia izquierda partidista y el sindicalismo universitario, según González Valdez; lidiar con todas las corrientes universitarias en una universidad altamente politizada, según el dirigente del sindicalismo universitario, Rodrigo López Zavala. Y ambas perspectivas encierran una gran dosis de verdad: Medina Viedas se la pasó los cuatro años tratando de que lo dejaran ser rector. Aun así, es considerado el mejor rector que ha tenido la Universidad en muchos años.
Carlos Calderón Viedas, responsable del quizá más importantes proyecto estratégico académico del rectorado de Jorge Medina, el Plan Universitario de Desarrollo, apuntó:
“A pesar de la diversidad de campos en los que Jorge Medina Viedasesparció su legado, en uno de ellos marcó una impronta muy especial, su vida universitaria, cuya fase culminante se dio cuando fue rector de su Alma Mater, institución que llegó a querer con similar pasión como lo hiciera uno de sus iconos preferidos, Enrique Félix Castro.
“Eustaquio Buelna, Rafael Buelna Tenorio, el Guacho Félix y Rodolfo MonjarazBuelna, representaron el santuario romántico de la casa Rosalinapara Jorge Medina, sitio de inspiración espiritual para quien es considerado el mejor rector que la Universidad haya tenido en los últimos tiempos.
Donde quiera haya estado, donde sea haya ido, fue en todo momento un hombre integral. Su corazón político siempre latió del lado izquierdo y su inteligencia no encontróreposo hasta el final de sus días. Hombre culto, generoso y alegre, amigos de sus amigos y leal compañero en otras lides. Admiró al Guacho Félix porque en el fondo se veía como él, idealista, soñador y colmado de utopías.El Guacho se desgarró en sus sueños románticos y Jorge se consumió en el trabajo, soñar cuesta ha de haber pensado. Presto a cumplir con esa empresa, los ideales se convirtieron en obra de trabajo, actividades disímbolas pero conectadas al carácter de un hombre empeñado en hacer cosas buenas para fines buenos. Tal fue Jorge Medina Viedas, un hombre de bien”.
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Pero, en ese homenaje a Medina Viedas, que revalora la imagen de un Congreso más dado a la reyerta que a la reflexión serena y la mesura, valores que encarnó el acto, fue muy notable la presencia de las ausencias. De los cuarenta diputados que integran la 63 Legislatura, sólo estuvieron Sergio Jacobo, Elva Margarita Inzunza Valenzuela, del Grupo Parlamentario del PRI, y Jorge Villalobos del Partido Acción Nacional. Ni uno solo –fíjese bien: ni uno solo— del nuevo grupo mayoritario en el Congreso, es decir, de Morena.
Y entre esos 23 diputados de Morena –o 27 según se cuente—hay varios que fueron universitarios, que formaron parte de esa gran movilización universitaria de los años 80 del siglo pasado y que puso su impronta en el espíritu rebelde de una comunidad dispuesta a defender con todo la autonomía de su casa de estudios. Pero no. No pudieron asistir. No tuvieron tiempo. No les interesó. O a lo mejor la memoria es demasiado flaca.