CRÓNICA DE LA TERTULIA SABATINA DE “EL MIRADERO”,30 DE JULIO DE 2016.

Jaime Sinagawa Montoya

 

Mario Montijo en sus 50 años de periodista: “Según sea la sociedad así es la prensa”.

Corrían los años sesentas del siglo pasado, 1966 para ser precisos, cuando Mario Montijo de la Rocha, empezó como reportero en El Sol de Sinaloa, que era la catedral del periodismo en el estado en aquellos años,  al grado que Toñico, Antonio Pineda Gutiérrez, sarcástico cronista deportivo decía: “Si no lo publicó El Sol, es que no sucedió”.

Era un periodismo artesanal, provinciano, en el que al gobernador y al presidente de la república, no se les podía tocar ni con el pétalo de una rosa, eran figuras sagradas como la Virgen de Guadalupe. En contraste, ahora cualquier columnista o caricaturista los chotea, los pitorrea y les pega como si fueran tambora de rancho y no pasa nada.

Impresos en blanco y negro, una muestra emblemática de estos periódicos era el vespertino La Voz de Sinaloa del gratamente recordado Gustavo Daniel Cañedo, con noticias en primera plana con cabezales como: “Navolato a oscuras por falta de luz” o bien: “Mató a su pobrecita madre, sin causa justificada”.

Con anécdotas chuscas de ingenuidad pueblerina, como estas dos: José María Figueroa, secretario particular y jefe de prensa del gobernador del estado Leopoldo Sánchez Célis, le telefoneó a la redacción a Herberto Sinagawa para decirle muy circunspecto: “Beto: te tengo la nota de ocho columnas de El Sol de mañana: “El gobernador LSC resolvió definitivamente el problema educativo de Sinaloa”. “Chema: mejor dile al ciudadano gobernador, con todo respeto, que antes de enderezar la educación en Sinaloa, vaya a una escuela nocturna a terminar su secundaria que dejó inconclusa”, le contestó.

La sala de redacción de El Sol de Sinaloa, de pronto tenía una visita inusitada, “El Changanga”, un loquito inofensivo al que le permitían sentarse en un rincón, en un escritorio desvencijado con una máquina de escribir Remington Rand descompuesta, y ahí se ponía a aporrear las teclas. Shisst, shisst, decía Víctor Manuel Zárate Urbina: “Déjenlo, no lo interrumpan, está escribiendo el editorial”.

A este periódico ingresó Mario Montijo y  lo  consideró un logro extraordinario, porque alguien le  había dicho:  “Ni se te ocurra intentar entrar, porque aquí presumimos de que hemos aprendido a redactar redactando y detestamos a los que como tú han  egresado de la rimbombante Escuela Libre de Técnicas de la Difusión de la “Tencha María Teresa Zazueta”.

Irónicamente, Mario entró de sopetón a ocupar el puesto de reportero, del mismo que había tratado de cortarle las alas. “¿Quién, cómo se llamaba ése?”, se le pregunta a Mario y él contesta: “Se dice el pecado, no el pecador”. Luego luego y a primera vista recibió la bienvenida, la simpatía y el apoyo incondicional de Beto y Minor Sinagawa.

La primera noticia que le encargaron reportear a Mario fue el motín de estudiantes encabezado por Anatolio Ortega y Marco Antonio Camarena que quemaron los cines Avenida, Reforma, Humaya, Colón, Cocos, Lírico y Rex de Culiacán para presionar la destitución del rector Julio Ibarra Urrea, que renunció ipso facto cuando los canijos estudiantes hicieron desfilar un burro con un letrero que decía “Yo soy el rector Julio Ibarra”. A raíz de estos hechos, el gobernador Sánchez Celis otorgó la autonomía a la Universidad de Sinaloa.

Después de El Sol, Mario trabajó en El Debate como  subdirector y luego en El Diario, donde recuerda que el actual gobernador electo, Quirino Ordaz Coppel, les pidió prestado un rollo de papel periódico para imprimir El Demócrata de Mazatlán que era propiedad de su familia y no vivía tiempos muy boyantes que digamos.

Mario rememora el acierto empresarial del hotelero Quirino Ordaz Luna, que a los restaurantes de sus dos hoteles en Mazatlán trajo unos panaderos de la Ciudad de México, que hasta la fecha elaboran el mejor pan, insuperable, que se consume en Sinaloa. Y también refiere cómo sin querer queriendo, y lo platica porque ya es agua que no mueve molino, pudo darse cuenta cuando el gobernador Antonio Toledo Corro maniobró para que ganara la alcaldía del puerto el arquitecto Quirino Ordaz Luna al panista Humberto Rice García. Sobornaron a los guardias que custodiaban los paquetes electorales cuando los concentraron en un inmueble donde funciona ahora la Universidad de Occidente, donde embarazaron las urnas en la madrugada, pero lo hicieron con mucha delicadeza y ternura. ¡Qué tanto es tantito!

Siendo directivo de El Debate, Mario Montijo durante la parte baja de los años ochentas, vio de cerca y participó indirectamente en una noticia publicada  que marcó un parteaguas, un antes y un después. Se trata del reportaje-denuncia de un delito de tortura policíaca en Las Bombas que reportearon de manera atípica escondidos arriba de un árbol, Alejandro Sicairos y el hábil fotógrafo Leo Espinoza. Llovieron felicitaciones al periódico y muestras de respaldo solidario de la sociedad. Era presidente municipal Roberto Tamayo y secretario del Ayuntamiento Francisco Gil Leyva. “Desde entonces El Debate es el líder de la plaza”, concluye Mario.

Se le pregunta a Mario Montijo a quiénes de sus colegas recuerda por sus reportajes, fotos y notas memorables  en esta navegación ardua de 50 años. Menciona a Armando Sepúlveda Ibarra, que cuando era un primerizo redactaba sus notas como si fueran actas judiciales o notariales. Aprendió bien el oficio y llegó a director general de Excélsior.

También alude a Humberto Millán, un sabueso de la noticia, que no faltó quién comentara: “No puede descansar en paz, porque su tumba no tiene ni tendrá reposo, mientras no se haga justicia y se castigue a los autores intelectuales y materiales de su vil y artero asesinato”.

En cuanto a las féminas periodistas, por entrevistas y reportajes, géneros que desgraciadamente tienden a desaparecer, reconoce a Patricia Garnica, Adriana Ochoa y Laura González. En lo que toca a fotógrafos, enlista a El Morro Escobar, al ya mencionado Leo Espinosa y a Sergio Inzunza Norzagaray.

¿Hay algún nicho de información por llenar?, le pregunta el ingeniero Rubén Rubio a Mario. “Sí, hubo dos intentos fallidos para llenarlos. Uno  fue el de Milenio, y el otro de El Financiero, que avanzó tanto que yo fui a Mérida a interiorizarme del funcionamiento del El Financiero de  Yucatán, y hasta se adquirió el local, donde hoy  está  Vialidad y  Transportes en la avenida Emiliano Zapata de aproximadamente ocho mil metros cuadrados, donde iba a instalarse. Todo se volvió agua de borrajas”.

En la conversación de los contertulios, al evocar momentos estelares de los destapes de gobernador vino a colación el cuadrangular periodístico que conectó Mario Montijo, el año de 1974, cuando nadie concedía la más mínima posibilidad al senador Alfonso Genaro Calderón y con notable intuición y olfato profesional, Mario fue el único periodista que le hizo una amplia entrevista, para el entonces naciente Noroeste.

Mario no se anda por las ramas: El periodismo en Sinaloa, sufrió un cambio radical de calidad, cuando al frente y en el trazo de la línea editorial de los diarios, entraron a empuñar la batuta empresarios y dejaron de lado a los periodistas. Ahí se detiene con su característica moderación Mario. Un contertulio agrega, estos negociantes al margen de la  ética, chantajean a  los candidatos a puestos ejecutivos de alcaldías o la gubernatura que tienen larga cola que les pisen y canjean apoyo editorial por posiciones burocráticas que, no por casualidad, siempre son las que manejan más dinero: tesorería, educación, obras públicas, transportes, comunicación social, etc., etc.

El mundialmente reconocido periodista polaco Ryszard Kapuscinski afirma que para ser un periodista completo, entero y propiamente dicho, una cualidad indispensable es la calidad humana, ser una persona buena de corazón y correcta de espíritu, tener sentimientos y pensamientos nobles. Mario Montijo de la Rocha cumple ampliamente con este requisito y 50 años de ejercicio profesional impecable lo demuestran.

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