Zona Mixta

El infierno escarlata.

Por: Alberto Camacho Sarabia.

A principios de año, los Diablos Rojos del México, a través de su dueño, Alfredo Harp Helú, realizaron una magna inauguración del nuevo recinto del equipo capitalino, un estadio de béisbol que llevaría el nombre del propio Harp, y que marcó un hito en la ingeniería y en diseño, al considerarse uno de los mejores parques de pelota de América Latina.

Un sueño que tardó tres años en materializarse, y que tuvo un costo de 3 mil millones de pesos, mismos que fueron financiados en su totalidad por el Señor Harp, hoy está enclavado en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, con un diseño espectacular que aprovecha hasta el más mínimo centímetro del terreno donde está erigido este moderno inmueble.

Los Diablos Rojos del México es el equipo más ganador del Béisbol Mexicano, con 16 títulos en la Liga Mexicana de Verano, los “Pingos” ostentan ser el equipo con la afición más grande de México, y bajo ese argumento, Alfredo Harp se dio a la tarea de construir un inmueble que fuera acorde a la exitosa historia de los Escarlatas, uno que ciertamente superó mis expectativas, y con sus más de 20 mil espectadores, representa uno de los campos de pelota más modernos que me ha tocado visitar en mis 20 años como seguidor del béisbol.

El fin de semana pasado, atendiendo a la invitación de un buen amigo mío que vive en la capital de país, asistí a una serie de fin de semana entre los Diablos Rojos del México y los Acereros del Norte, aprovechando la estadía en la Ciudad y el interés beisbolero que nos caracteriza, nos aventuramos a conocer el nuevo parque de pelota.

Llegar a él es toda una travesía, para trasladarnos del Ángel de la Independencia hacia la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, nos tomó cerca de cuarenta y cinco minutos en el sistema de transporte colectivo, usando tanto el Metrobús, como el Metro de la Ciudad de México; bajándonos en la estación “Puebla”, caminamos hasta la puerta nueve del complejo deportivo; a partir de ahí, fueron cerca de quince minutos de caminata desde la puerta, hasta la entrada principal del Estadio, atravesando la recta principal del Autódromo Hermanos Rodríguez, el cual seguirá albergando el Gran Premio de la Ciudad de México para años venideros.

Si bien era un trayecto largo, el caminar junto a una importante mancha de aficionados a los Diablos Rojos y ver a lo lejos como el techo en forma de tridente se apoderaba del horizonte capitalino, ciertamente es digno de admirar; una estructura hecha con materiales similares al techo del Nuevo Estadio de los Tomateros de Culiacán, pero con un toque “diabólico”, en alusión al equipo que juega como local, y por cierto, por las noches, el tridente se ilumina con un tenue color blanco, dándole un toque futurista e imponente.

Una entrada con rejas en forma de prismas triangulares es lo que recibe a los aficionados juego a juego, dichas rejas son corredizas, y tienen la virtud de poder contraerse o expandirse dependiendo de la afluencia de personas que van a darse cita para un juego de los Diablos; además en el recibidor del estadio encontramos obras de arte relacionadas al rey de los deportes, desde una escultura en forma de “Diablito”, hasta murales en las paredes con pasajes históricos del equipo, así como de la evolución del béisbol en nuestro país.

Con un estilo similar al del Estadio de los Tomateros, la amplia zona de comida y bebida se encuentra en un solo nivel “principal”, y con gradas que parten del propio nivel “principal” hacia el terreno de juego, además, un segundo piso con unas pequeñas zonas de butacas complementan el aforo del edificio, además de contar una moderna zona de prensa y el palco de Alfredo Harp, el cual es de otro planeta; en el pasillo donde se encuentran todas las amenidades del estadio, el trazado se encuentra cortado justo en el jardín central, donde los dos bloques de bleachers terminan, de manera que no es 360° al cien por ciento.

En el tema de alimentos, un amplio abanico de opciones tienen los aficionados que se dan cita al juego de pelota, desde platillos “fuertes” como lo son: pizza, hot dogs, hamburguesas, tortas y los famosos tacos de cochinita (los cuales, en efecto, son muuuuy buenos), hasta botanas de todo tipo, tales como: papitas preparadas, frituras de diferentes sabores, fruta, merengues, semillas para pelar, cacahuates, etc.

En el tema de bebida, también hay mucho de donde escoger, al existir una nutrida variedad de cervezas y bebidas no alcohólicas; de manera que los aficionados tienen mucho de donde escoger partido a partido.

Pasando a nuestra butaca, mi amigo cuenta con el pase de temporada, el carnet como le decimos en Culiacán, el cual, en un claro combate a la reventa, se trata de una tarjeta con un código de barras que se denomina como “Pase Infernal”, y por 5 mil pesos, el aficionado tiene acceso a cerca de 60 juegos por temporada, incluyendo la postemporada, de manera que resulta en una excelente inversión; y el diseño del asiento es digno de recalcar, si bien está hecho de plástico, tiene una comodidad y una anchura muy aceptable, además de que el aficionado de la fila de adelante en ningún momento te estorba en la visión, al existir una aceptable separación entre filas.

No obstante, pese a todas las amenidades del Alfredo Harp Helú, si bien es un digno contendiente, por cuestiones mínimas, el Estadio de los Tomateros de Culiacán sigue a la delantera en cuanto a infraestructura, la casa de los guindas cuenta con pantallas por todo el inmueble, brindando una excelente experiencia audiovisual al aficionado, además de contar con el plus de tener restaurantes dentro del edificio, dándole al aficionado mayores opciones de alimentos, aún y cuando no quiera comer en su lugar.

Asimismo, la zona de palcos es reducida en el Parque de los Diablos Rojos, por lo que no vemos varias cabinas para los aficionados que gustan de una comodidad muchísimo mayor.

Además, la accesibilidad al Estadio es algo donde Culiacán se lleva de calle a la Ciudad de México. Haciendo un ejercicio simple, me toma cerca de 15 minutos conducir de mi domicilio al Parque de los Guindas, donde además, el estacionamiento se encuentra justo detrás del jardín izquierdo, por lo que la caminata hasta tu butaca es mínima, y, como describimos hace unos momentos, toma alrededor de una hora, si no es que más, el trasladarse y ocupar tu lugar en el Alfredo Harp Helú.

Por esto, los Diablos son un equipo golpeado por su propia ciudad, con horarios que pueden resultar conflictivos a la hora de trasladarse hasta el partido, por lo que no mucha gente se anima a realizar esta odisea, es curioso, pero desde su salida del Parque del Seguro Social, otrora ubicado en Avenida Cuauhtémoc y Viaducto Miguel Alemán (en pleno corazón de la Ciudad de México), el aficionado escarlata poco a poco se fue alejando de su equipo, por lo que ahora vemos entradas de 7 mil u 8 mil gentes, en un inmueble acondicionado para recibir más de 20 mil personas, pero en una ubicación muy remota de los núcleos de transporte público de la capital.

Eso sí, si en algo el México le gana de calle a Culiacán, es en la calidad de su afición, es cierto, no llenan ni medio Estadio, pero la entrega y el ambiente que ponen los seguidores, opaca completamente a la apática afición de ocasión de los guindas.

No hay que cegarnos, Tomateros tiene entradas de más del 75% de su Estadio partido a partido, pero siendo francos, un 15% de esos asistentes se dedican a ver el juego; son más los que van por el mero hecho de decir que están en el evento del momento, y es común encontrar a personas que desconocen completamente cómo va el encuentro, o que ni siquiera saben cómo se llama el jugador que está lanzando.

La afición escarlata, desde los más chicos hasta los más veteranos, conocen perfectamente la plantilla capitalina, aplauden con emoción cada jugada en favor del México, y lamentan profundamente los errores y las derrotas, pero por más desigual que vaya el marcador, se mantienen en pie de guerra, apoyando a los Diablos, y en el marcador favorable, es una fiesta total.

Dejando de lado la comparativa, haber ido a la Ciudad de México y conocer de cerca a uno de los equipos más exitosos de nuestro país, y que irónicamente es el más golpeado por sus propios seguidores, fue una experiencia muy interesante, el hecho de ver cómo se vive el béisbol en otras latitudes de nuestro país, aunque no sean aficiones inmensas, siempre resulta un bonito ejercicio, sobre todo porque estamos presenciando aquello que más nos apasiona: el béisbol.

Con esta historia terminamos por hoy, les deseamos una excelente semana, y nos leemos muy pronto.

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