ZONA POLITEiA: Cultura de la opacidad y cultura de la desconfianza.

25 de noviembre de 2021

César Velázquez Robles

Todo poder es oculto, decía Norberto Bobbio en sus conversaciones con Maurizio Viroli, una idea que además está presente en muchas de sus obras. No hay razones, no hay argumentos, no hay explicaciones sobre sus decisiones. Entre mayor y más concentrado está ese poder, menos importan los destinatarios de sus disposiciones. Así, resulta muy lógico que haya una correlación directa entre autoritarismo y opacidad. En línea con esta idea, puede decirse que, en efecto, “el soberano por derecho divino tiene el deber de mantener ocultos sus designios en la medida de lo posible. A imagen y semejanza del Dios escondido, el soberano es más potente cuanto mejor consigue ver a sus súbditos sin dejarse ver por ellos: el omnividente invisible”. Y si no hay razones y argumentos, eso significa simple y llanamente, que toda disposición del poder debe estar al margen de cualquier escrutinio público. Si no hay controles o contrapesos, o si esos controles pueden eludirse, el secreto está garantizado. Abona a favor de ello, la celeridad con que pueden adoptarse e instrumentarse las decisiones del poder sin tener que dar explicaciones. Como ocurre ahora aquí, donde la razón suprema del Estado recurre a las supuestas necesidades de la seguridad nacional como método para evitar explicaciones a la masa o para eludir los mecanismos de control que establece el propio Estado de derecho.

Esta cultura de la opacidad, de la secrecía, durante mucho tiempo pensamos que era privativa del viejo sistema autoritario. Un poder que no estaba obligado política, ni ética, ni moralmente a dar razones de sus actos. De ahí que una de las grandes tareas de nuestro tránsito democratizador fue obligar al poder a poner bajo la luz sus hechos, sus acciones y sus razones. No fue fácil. Hubo enormes resistencias. Sin embargo, pudimos crear una de esas instituciones autónomas que son, pese a todo, motivo de orgullo de nuestra transición. Pero esa cultura de la opacidad tuvo un larguísimo proceso de sedimentación, y ocupó todos los intersticios de nuestra vida colectiva. Evidentemente, su contraparte tenía que ser una cultura de la desconfianza de la ciudadanía. Los ciudadanos, pese a las existencia ahora de instituciones que garantizan la transparencia y la rendición de cuentas, desconfían casi como un acto reflejo de cualquier explicación y asume que el poder siempre quiere darles gato por liebre. Así, están instaladas en nuestra vida pública esas dos culturas: la cultura de la opacidad del poder y la cultura de la desconfianza de los ciudadanos.

Con mucha ingenuidad, según puede verse ahora por la deriva que ha tomado el ejercicio del poder con el nuevo gobierno y nuevo régimen –bueno, eso dicen–, llegamos a creer que habría un cambio cualitativo: un nuevo ejercicio pedagógico en la tarea de gobernar, siempre explicando y dando razones de las decisiones. Pero nada, ¡al contrario! Se ha producido en este ámbito un grave retroceso que nos lleva de manera acelerada hacia un régimen autoritario. El presidente, harto de que subsistan controles democráticos que limitan el ejercicio arbitrario del poder, ha decidido saltárselos a la torera, y para eludir la ley, ha decidido gobernar con base en decretazos. No se anduvo con rodeos. Sin ningún rubor, lo dijo alto y claro: era inevitable.

No podía evitar que trasluciera en sus palabras el talante autoritario, el lenguaje propio de un autócrata. Todas las obras relacionadas con lo que llama proyectos estratégicos, son de seguridad nacional. Así, el amparo, esa institución que ha sido tan cara a las sociedades democráticas, desaparece de un plumazo. Si un ciudadano se cree violentado en sus derechos, lastimado en sus propiedades, si requiere argumentos y razones sobre hechos y obras, se quedará chiflando en la loma. Si no hubo licitaciones y hay reclamos, estos serán intrascendentes e inocuos. La Constitución es letra muerta. Contra los excesos y arbitrariedades del poder, ha desaparecido hoy toda defensa legal posible. Es la entronización del autoritarismo, que desde hace tiempo se venía perfilando y que ahora se ha materializado. No es un exceso verbal decirlo. Es simplemente la constatación de que la restauración autoritaria anunciada, se ha convertido en una realidad.

Solidaridad con Felipe Guerrero

En todos los oficios y profesiones, las solidaridades corporativas son muy funcionales. Con razón y sin ella, éstas se activan cada vez que es necesario. Con más razón, cuando se producen hechos que lastiman la integridad física, la integridad moral, cuando se calumnia a compañeros que han hecho del oficio periodístico un compromiso con el derecho a informar y un ejercicio crítico de libertad. Es el caso de nuestro amigo Felipe Guerrero, víctima de una campaña que busca desprestigiarlo, pero que se ha estrellado con el espíritu de cuerpo de un gremio azotado por el flagelo de la violencia, y al que poderes legales o extralegales quisieran ver ejerciendo solo el género del silencio. Desde aquí, nuestra solidaridad de quienes desde Punto Crítico Digi TV y desde la revista POLITEiA queremos, como Felipe Guerrero, ampliar los espacios para que las ideas circulen con libertad y contribuyan a mejorar nuestra vida democrática.

Camino a hacer de POLITEiA una revista de referencia

El número 78 de la revista POLITEiA ya está en circulación. Tenemos una deuda con nuestro compañero y amigo editor Nicolás Vidales Soto, quien trabajó horas extras para tener listo esta nueva edición correspondiente a los meses de noviembre y diciembre, que incluye un ensayo central, Reforma y melancolía en López Obrador, de Carlos Calderón Viedas, e incorpora cuatro excelentes ensayos sobre las perspectivas económicas, políticas, sociales y culturales de Sinaloa, a propósito del inicio de una nueva gestión institucional que desde el pasado primero de noviembre encabeza Rubén Rocha Moya.

POLITEiA, gracias a su compromiso de mantener un alto listón de calidad en sus colaboraciones, ha ganado un sitio entre las revistas de referencia en el ámbito del análisis político. Sin duda, un gran mérito en un ambiente donde esfuerzos de esta naturaleza son poco alentados, incluso por entidades que tienen como propósito alentar y estimular la libre circulación de las ideas. Pero el respaldo de nuestros lectores nos ha permitido mantener presencia en un mercado, como el de las revistas de análisis político, muy salvaje y competido.

Es nuestro propósito que ese respaldo del que hemos disfrutado en años pasados se mantenga ahora y en el futuro. Sinaloa es mucho más que los estereotipos con que se nos ha presentado en otras partes del mundo. Es también cultura, es talento, es esfuerzo intelectual. Y la revista es, junto a muchas otras manifestaciones de cultura, una expresión de ese esfuerzo que creemos debe alentarse. Es una revista nacional e internacional hecha por sinaloenses. ¡Apoyemos este proyecto!

Ayer lancé la iniciativa de apoyo a la revista que rápidamente encontró eco en muchos compañeros y amigos que desde hace tiempo han acompañado este esfuerzo editorial. A todos ellos agradezco su respaldo y su confianza, y ese aliento es fundamental para seguir adelante. Seguro que tendremos revista para rato.

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