AGENDA POLITICA

= Se fue Mario Vázquez Raña, ícono del periodismo en México

= Mi primera y última entrevista con el fundador de la OEM

= Uno de los hombres más poderosos del país.

Jorge Luis Telles Salazar

 

Había como 20 metros de distancia entre la puerta de entrada y el lujoso escritorio ubicado al fondo de su oficina, localizada en el tercer piso del sobrio edificio de la colonia San Rafael, relativamente cerca de Insurgentes y Reforma, el crucero más transitado y conocido de la gran ciudad de México. En esa oficina, cuyas paredes con acabados de manera fina estaban tapizadas con fotografías en las que se le veía acompañado por jefes de Estado del mundo entero, se podían apreciar adornos de diferente tipo, entre los que sobresalían, de manera visible, aeronaves a escala de modelo diverso. Los aviones – además de la gastronomía – eran una de sus debilidades. Y se decía que había muy pocos jets ejecutivos en la tierra, como el que él utilizaba para sus viajes tanto dentro del país como hacia el extranjero.

Aquella mañana cercana a la primavera, una vez librado el tercero y último filtro para tener acceso al despacho del presidente y director general de la empresa y a la orden del personal de seguridad, caminé, entre nervioso y agitado, sobre el inmaculado piso de mármol, hasta quedar frente a él, quien ni siquiera levantó la mirada para verme, entretenido en una tira de papel de las que se utilizaban para los equipos de telex, cuya auxiliar le había hecho llegar previamente a mi llegada. Jimena, colocada a su lado, me invitó a sentarme con una discreta sonrisa y un movimiento de una de sus manos. Largos y tensos minutos, en medio de un asfixiante silencio sepulcral.

Mario Vázquez Raña hizo algunos comentarios en voz baja con su asistente en jefe – una joven señora cuya virtud principal era la de dominar varios idiomas – y comprendí que lo que leía con tanto detenimiento era precisamente mi hoja curricular. Una vez concluido el análisis del documento, me barrió con la mirada, extendió su mano derecha para saludarme y me dijo:

= Bueno. Tengo entendido que usted era de nosotros y que incluso, Juan (Juan Alvarez, director de la región con sede en Durango y que abarcaba precisamente El Sol de Sinaloa) ya me lo había recomendado antes. Fue hace como dos años y creo que hasta lo citamos; pero parece  que usted no vino. Después supe que nos había dejado para irse a la competencia. ¿Por qué se nos fue pues y por qué viene ahora de nuevo a la organización?

Turbado, inquieto, ante la recia personalidad del interlocutor, traté de contestarle con un tono de seguridad que estaba lejos de sentir. Y por supuesto, no logré mi cometido.

= Señor: me fui porque, a la llegada del licenciado Francisco Labastida al gobierno, en el periódico me hicieron la vida imposible entre algunas personas y además porque recibí una muy buena oferta de un modesto diario de Culiacán. Y sí, por esos días, me habló Juan y me comentó de alguna oportunidad de mejorar en El Sol; pero ya no tuve más noticias y por eso me fui, casi por casi tres años a ese periódico. Y si vengo es porque toda mi vida me he sentido “asoleado” y además porque ando buscando chamba don Mario. Para que más que la verdad.

Era un día de febrero de 1990, casi en el arranque del cuarto año de gobierno de Francisco Labastida. Quien esto escribe contaba con 35 años de edad, ya con alguna experiencia como director, precisamente en El Diario de Sinaloa. Entre 1972 y 1987 trabajé para El Sol de Sinaloa. La mitad de ese tiempo, para la sección deportiva del matutino de la Organización Editorial Mexicana en Culiacán; la otra mitad, como reportero titular de las fuentes oficiales y políticas, bajo la dirección de Heberto Sinagawa Montoya y Carlos Rodríguez Terrón.

= Pues su curriculum es bueno y además está usted muy bien recomendado – me dijo Vázquez Raña -; pero no crea que yo le hago mucho caso a los curriculums y hasta me río de los famosos títulos de licenciados en ciencias de la comunicación. Para mí solo cuentan dos cosas: hechos y resultados. Joven señor: no vaya a hacer quedar mal a quien tan bien han hablado de usted, porque, de cualquier modo, no me voy a tentar el corazón para echarlo a la calle. Usted ya está otra vez con nosotros. Bienvenido de regreso a su casa. De la que nunca debió salir.

La rudeza desapareció del rostro de don Mario y su tono de voz cambió. Dio indicaciones a Jimena (Jimena Saldaña) de que corriera el trámite ante la dirección de Recursos Humanos de la OEM; me volvió a dar la mano e indicó finalmente:

= Preséntese el lunes con Guillermo (Chao). El le informará sobre tareas a realizar de inmediato y planes a corto plazo para usted. ¿Estamos?

= VEINTE AÑOS DESPUES =

La mañana del 14 de diciembre de 2010, veinte años después, hice, de nueva cuenta, el mismo recorrido. Los actores éramos los mismos (solo con 20 más de edad) y el escenario también era prácticamente el mismo, a pesar de la modernización de que habían sido objeto las instalaciones físicas de OEM. Adivinaba el motivo de la inesperada cita.

Apenas la noche previa, en plena época navideña, trabajaba en las oficinas de la dirección de El Sol de Sinaloa, cuando sonó el peculiar timbre de mi radio Nextel. Identifiqué el número de inmediato. Era él, en persona: Mario Vázquez Raña.

Dispuso:

= Director: váyase temprano al aeropuerto y compre boleto en el primer vuelo que salga a México. Quiero verlo mañana mismo. No traiga ningún papel. Solo quiero platicar con usted.

Cumplí la orden. Encontré lugar y a eso de las 11 de la mañana ya estaba en la capital del país.

Negros presentimientos.

A esas alturas de la vida, con 56 años de edad, personalidad más templada y carácter más sereno, no había nervios; pero si, obvio, curiosidad y marcada inquietud. Mi sentencia, sin embargo, estaba dictada.

Para mi sorpresa, Mario Vázquez Raña me recibió con una amabilidad sin precedente en el marco de muchos encuentros – individuales y masivos, tras cerca de 21 años de servirle como director: en Ciudad Juárez y Culiacán -. Lo cordial de su recibimiento me hizo pensar, por algún momento, que mi presentimiento era infundado; pero no fue así. Su intención era suavizar y hacer más llevadero el mal momento.

Finalmente, tras cruzar miradas con Jimena Saldaña y la española Pilar Ferreira García – directora nacional de Información – entró al tema, de lleno:

= Director: te llegó el día amargo. Contra mis deseos, tengo que removerte de la dirección. Perdiste y perdimos en Sinaloa – en alusión a la contienda gubernamental entre Jesús Vizcarra y Mario López Valdez, en la que El Sol de la jugó de manera abierta y decidida con el primero -; sin embargo, yo puedo recomponer el camino con MaLoVa porque finalmente la mía es una empresa y él lo entenderá; pero tú, querido director, no tienes salvación. Voy a tener pronto pláticas con MaLoVa; pero sin ti de por medio. Tu ciclo terminó. ¿Estamos de acuerdo?

Aunque no por esperada – amigos y enemigos me la habían cantado tantas veces – la noticia no dejó de impactarme y eso fue notorio entre los presentes. Repuesto de la impresión, le comenté:

= Como usted diga don Mario. A la hora que usted lo decida. Estoy listo.

= Tiene que ser ya. De inmediato. Faltan dos semanas para la toma de posesión del gobernador y en estos días un emisario mío estará con él, a reserva de que lo vea personalmente antes del día 31. Estoy seguro que tu entiendes todo a la perfección -, me dijo.

Y añadió:

= Algo más: quiero que me firmes tu renuncia porque tú tendrás abiertas las puertas de la OEM y en cualquier momento puedo llamarte nuevamente. Y no es por dinero. Te voy a indemnizar en los términos que marca la ley en caso de despido injustificado, más una gratificación adicional. No pierdo de vista que prácticamente toda tu vida has estado con nosotros.

Cuando volví a Culiacán, luego de una odisea causada por el movimiento aéreo y terrestre de la época, ya no era director de El Sol de Sinaloa.

Y muchas cosas comenzaron a cambiar a partir de entonces.

Esa fue la última vez que vi a Mario Vázquez Raña. Algunas veces, en estos años, identifiqué su número marcado en mi Nextel; pero no me reporté. Quise quedarme con la duda si en realidad me llamó o si fue alguna equivocación de su parte, en algún intento de comunicarse con sus nuevos directivos en Culiacan.

En fin.

= VAZQUEZ RAÑA, UN HOMBRE DEL PODER =

La condición humana es compleja e inexplicable.

Tras ese episodio de mi vida, no fueron pocas las voces que me aconsejaron sobre la posibilidad de hacer públicas las razones de mi salida de El Sol de Sinaloa, en el entendido de que había sido no solo en condiciones injustas sino también arbitrarias y abusivas. Mismas voces que tenían la clara y perversa finalidad de involucrar en esto a Mario López Valdez, de lo que no tuve certeza en ningún momento, aunque si sospechas de algunas personalidades ligadas al hoy gobernador del Estado.

Mi respuesta fue siempre la misma: “si algo le tengo a don Mario es gratitud. Trabajé en sus empresas 35 años de mi vida y se lo tengo que agradecer. Si me corrió pues tuvo sus motivos y además el dueño puede hacer con sus negocios lo que le venga en gana. Mi conciencia está tranquila:  jamás encontró en mi un solo gesto de deslealtad ni mucho menos de deshonestidad. Así de fácil”.

Mario Vázquez Raña, con su cadena periodística; sus estaciones de radio; de televisión; sus pantallas electrónicas y algunas cosas más, era uno de los hombres más poderosos de México, junto a otros personajes de la industria de la comunicación.

A nivel mundial, sin embargo, era más conocido por sus cargos en el Comité Olímpico Internacional, en los que convivía con los más renombrados personajes del deporte en todo el orbe. Esto, lo compaginaba con su afición al periodismo y fue así como entrevistó, para sus empresas, a la mayor parte de los jefes de Estado de la tierra entera. Desde el país más diminuto hasta el más poderoso del planeta.

Era, dentro de su gesto hosco, un hombre hasta cierto punto simpático y amigable. Cuando estaba de buen humor, subyugaba al más pintado. Además de tener mucho dinero, por supuesto.

Con los directores de los diarios de su propiedad – “le pago poco; pero los quiero mucho”, solía decirnos – no era especialmente abierto; pero si atento. Nos ofrecía, además de exquisitos manjares, dignos del mejor cheff del mundo, grandes copas de ron cubano, mezcladas con refresco de cola helado y generosas raciones de hielo – “porque si la coca no está fría mata el hielo y le quita sabor a la bedida” – las que disfrutábamos, disipada la invariable tensión de las reuniones de trabajo. Era, dentro de todo, un hombre tolerante y paciente. De hecho, daba siempre una segunda oportunidad, más allá del tamaño de los errores cometidos.

Le reitero mi agradecimiento y mi oración por el eterno descanso de su alma.

Así sea.

= COLOFON =

Y por hoy hasta aquí.

Nos vamos ya.

Dios los bendiga.

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