César Velázquez Robles
*Los Dorados siguen avanzando
*Una ¿nueva adquisición? De los Dorados: UsainBolt
*José Woldenberg, Helenio Herrera y el catenaccio
Si no fuera porque de repente el juego de los Dorados se vuelve espeso, el solo hecho de que sigan ganando –y ahora en la liguilla avanzando— nos debería permitir hablar de un equipo en estado de gracia. Y diga si no: después de merodear en la parte baja de la tabla en las fechas iniciales del torneo, empezó una remontada titánica que le llevó a sumar 18 de 21 puntos disputados, y luego de disipado el humo de la pólvora que dejaron los duelos de ida y vuelta contra los Mineros de Zacatecas, el registro es revelador: siete encuentros ganados, dos empatados y dos perdidos.
Números muy buenos para un equipo por el que ya no se daba ni un cacahuate. Pero el efecto Maradona tuvo la virtud de insuflar vida a un conjunto que, de plano, había extraviado la brújula. Hubo una idea –de Maradona o de Islas, vaya usted a saber–, y esa idea se materializó en un discurso, una propuesta que ofrecer al adversario. Entonces se empezó a saber a qué jugaban, lo cual ya era una ganancia. Antes no iba neurona ni testosterona, sino un conjunto deslavado que iba dando tumbos. De ahí vino una remontada casi épica que ha devuelto la fe, la esperanza y la confianza a una afición descreída por sus fracasos tan frecuentes de su equipo.
Y bueno, se ha pasado la primera aduana. Haber eliminado a los Mineros, sin duda un muy buen conjunto, habla de que en los Dorados hay alimento para la esperanza. Un primer encuentro en casa, muy malito por cierto, jugado sin idea, sin orden, más aburrido que una ostra, no dejó ningún registro digno, salvo por un testerazo que debió haber terminado en el fondo de las redes, pero que una mala ejecución del delantero terminó echando por la borda. Fue tan malo el encuentro que hasta Maradona, que vive con pasión los partidos, estaba totalmente aburrido. Ante los fallos, uno tras otro, de sus jugadores, prefería entornar los ojos y voltear al cielo. Incluso, prefirió entretenerse con su celular. Un fallo del equipo adversario que le habría significado el gol del triunfo ya casi para finalizar el juego, apenas si le valió un gesto de sorpresa y de preocupación.
Pero llegó el partido de vuelta. Se recuperó la idea y se advirtió el oficio. No diré que fue un partido muy bien jugado por la partes pues, ya sabemos, casi siempre un partido en el que se juega casi toda la temporada, es un partido rocoso, ríspido, duro, sin concesiones a la elegancia ni a las florituras, pues en cada jugada va la vida. En fin, nada de virguerías. Hasta que llegó el momento del gol, al minuto 65: un centro desde la izquierda que fue midiendo con precisión milimétrica Vinicio Angulo, para dar un salto y enviar el esférico a las redes haciendo inútil la estirada del portero zacatecano. Fue una jugada ejecutada con plasticidad artística que condensó en ese instante, el esfuerzo de un conjunto no a lo largo de unas cuantas jornadas, sino de varias temporadas de frustraciones acumuladas que esperan la revancha.
Revancha que este miércoles 21 tendrá la mesa puesta en esa cosa que la ridiculez ha dado en llamar “Coloso del Humaya”, cuando enfrente en el partido de ida a los Bravos de Ciudad Juárez. Cualquier cosa puede suceder.
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Dorados ha convertido la contratación de Maradona es un acontecimiento mediático sin precedente en la llamada división de ascenso. La visibilidad que ha adquirido el conjunto es enorme, y no porque el club tenga estrategas muy brillantes para atraer la atención del público. Ocurre que la figura del “barrilete cósmico” jala por sí sola el interés no solo de los fanáticos, sino de todo aquel que tenga una relación mínima con el balompié.
Ahora está circulando el rumor de que estamos a la puerta de una nueva contratación, tan espectacular o más que la del propio Maradona: la de UsainBolt. Resulta que el famoso corredor de 100 y 200 metros, cansado de ver a sus adversarios por el retrovisor, decidió incursionar en el futbol profesional, y empezó su periplo por Las Antípodas, es decir, en el otro extremo del mundo, donde no tuvo mucho éxito. Se habló de la posibilidad de su integración a algún equipo de la premier league, pero no hubo nada en concreto. Y ahora se menciona la posibilidad de que recale en el club Dorados de Sinaloa.
¿Tiene algún asidero en la realidad esta eventualidad? Parece que sí. De nuevo: Bolt y Maradona, ambos, son embajadores de la marca de relojes Hublot, y a través de la marca llegaría el corredor al equipo local. Si algo anda pidiendo Bolt es un lugar en un equipo profesional, y es seguro que no le importaría mucho el poco pedigrí del conjunto local, cuando la presencia de Maradona puede compensar con creces este déficit.
Bolt y Maradona, juntos, en Dorados. Esa sí que sería una auténtica bomba en el mundo del deporte. Veremos en estos días qué pasa.
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Me ha llamado poderosamente la atención el artículo de José Woldenberg del pasado martes en el diario El Universal, que lleva el título de “Catenaccio”. La palabra, italiana, como bien lo saben los amantes del futbol y otros más, significa cerrojo, candado, pestillo, y hace referencia a un estilo, a un modelo de gestión de las interdependencias del juego que empieza atrás, donde está su núcleo, su corazón y su modus operandi. Antes de comentar lo que dice Woldenberg, quien, como se recordará, fue presidente del Instituto Federal Electoral y una de las figuras más apreciadas de nuestro tránsito hacia la democratización de la vida pública y política del país, quisiera recordar lo que en alguna ocasión comentó Jorge Valdano sobre la squadra Azurra. Algo más o menos así: es muy fácil reconocer a la selección italiana en un avión. Todos se sientan atrás. Pues justamente sobre ello va el asunto.
Es posible –escribe Woldenberg– que a los más viejos y además aficionados al futbol les resuene. Helenio Herrera fue un famoso entrenador en los años sesentas y setentas del siglo pasado. Lo recuerdo en el Internazionalede Milan, aunque también entrenó al Barcelona, Sevilla, Atlético de Madrid y otros. Fue célebre porque impuso un estilo que luego se expandió por Italia y después al mundo. Le dio magníficos resultados, pero empobreció al futbol. Era ocurrente y dicen que dijo: “Si no te meten gol, no puedes perder”. Una verdad del tamaño de una basílica. Y entonces colocó a sus equipos a la defensiva, replegados, echados atrás, creando el catenaccio, un candado que intentaba —y lograba— que los rivales no llegaran con frecuencia a la portería. Mantener el cero era la primera y más importante misión”. Hasta aquí la cita.
¿Y que tiene todo esto que ver con la política? Muy sencillo. Dice Woldenberg que en nuestro país hay muchas cosas que cambiar, pero también defender. Se trata, sostiene, de construcciones sociales más o menos recientes que hacen mejor la vida política. “Si no las destruimos, si las protegemos, si construimos un cerrojo para preservarlas, los goles contra la democracia serán escasos, quizá nulos”. ¿Y cuáles son esas construcciones sociales que hay que defender? He aquí su listado: Respeto a la Constitución y las leyes; División de poderes. México es una República, no un sultanato; valoración del pluralismo; libertad de expresión; Instituciones fuertes, no hombres fuertes; Sistema de mediaciones, y sociedad civil fortalecida.
Y concluye: “Una política defensiva en esos terrenos parece adecuada. Porque mal citando a H. H., alias El Mago, “si no les meten gol a los pilares de la democracia no podemos perder”.