DOS A LA SEMANA

¿GUERRA SUCIA O FUEGO AMIGO?
Jorge Aragón Campos                jaragonc@gmail.com
En marzo de 1994, la guerra sucia llegó a su punto más alto con el asesinato de Colosio, y como en el mundo de la política cualquier crimen sale más barato que el asesinato de un candidato presidencial, después de Lomas Taurinas todo ha sido de ahí para abajo.
En aquel momento, resultó evidente que la forma tradicional (el estilo priista) para dirimir nuestras diferencias, aquella a la que malamente seguimos insistiendo en llamar “política”, ya no funcionaba, y no tanto porque este país hubiera cambiado hasta un punto donde ya era imposible mantenerla vigente (ojalá, bueno hubiera sido), sino porque las grandes fuerzas, protagonistas del rumbo de la vida nacional, ya habían roto el pacto de civilidad vigente desde décadas atrás: el uso de la violencia era usado únicamente contra los opositores al régimen.
Para el Estado mexicano, el asesinato de Colosio fue la tercera llamada para la refundación del “sistema”, ya no había marcha atrás, pero sobre todo era urgente iniciar con un proceso de cambio profundo y real, sin demoras y sobre todo sin simulaciones. ¿Cuál fue la respuesta del Estado para semejante emergencia? Ninguna, es decir, puras demoras y simulaciones, comisiones especiales, decálogos de objetivos…puros cuentos…para variar.
Las cuotas de responsabilidad, como todo en esta vida, no son parejas y el principal culpable es sin duda el PRI, que prefirió usar al muerto como herramienta para ganar aquella elección, para después desecharlo de la misma manera que lo hizo con todo el background revolucionario, y cuanto oliera a la ideología que toda su vida le dio consonancia popular. Pero los priistas no fueron los únicos, nada más los principales, pero no los únicos.
El Estado mexicano nos ha dado una de las más absurdas, perversas, torcidas e inadecuadas legislaciones electorales, pensada para impedir cualquier posible comunicación y empatía entre candidatos y electores, las elecciones se han vuelto una tierra yerma donde solo pueden florecer el espionaje y la intriga, como lo estamos viendo en Sinaloa, donde las campañas nunca prendieron porque nunca dijeron nada, salvo esta semana, cuando la dizque guerra sucia, se volvió probable fuego amigo. ¿O díganme ustedes, si no traen ahora sí la sensación de que estamos viendo la misma película de hace seis años? Por cierto: son prácticamente los mismos actores, con diferentes pápeles, pero mismo reparto.
Ahora sí, iniciaron las campañas porque han tomado el único camino que la legislación les dejó para al menos parecer tales. Yo me equivoqué hace seis años, o me engañaron que para el caso no es lo mismo, pero eso sí: esta vez no.

Deja un comentario