Cultura: altar de la fe social y mendigo feligrés del presupuesto.
Por Octavio Valdés
Toda persona que se da por enterada habla de la cultura como el camino para restaurar el tejido social, dotar de sensibilidad a las personas, volver a los niños genios, convertir el plomo en oro, encontrar el verdadero amor, curar la gota, la migraña, el mal de ojo, quitar los callos de los pies y lo negro de las axilas.
La ONU, a través de la UNICEF, establece como ideal la inversión en el rubro cultural en alrededor del ocho por ciento del PIB. En México las últimas mediciones fijan la inversión del Estado en alrededor 0.4%, porcentaje no muy variable en el registro histórico, es decir, hay un déficit tradicional.
Se le puede dar vueltas y revolcar conceptos (o pretextos) pero la reducción en el presupuesto de cultura federal es de inicio una mala noticia, ya que de por sí nunca ha estado en jauja, así como un gesto incongruente de parte del ejecutivo federal, ya que la toma de protesta del titular se dio en un contexto de referencias simbólicas hacia la revalorización de la cultura (aquel que la revalorizare será un buen…).
Queda ver cómo operan en la realidad el presupuesto de cultura, un buen ejercicio de aplicación de recursos podría dar tablas en los resultados prácticos, pero por experiencia esperar eso es más un acto de fe que una proyección de posibilidades y aún así sería terreno perdido.
En lo personal, el aumento presupuestal a la SEDENA y la disminución en cultura, me devuelve al ejercicio de dudar y observar, porque no sé cómo calza esto en el mantra de campaña de “Abrazos no balazos” y me viene a la mente otro dicho revelador ante las circunstancias: “Hechos son amores”.